Patriota e idealista, Ignacio Comonfort, a pesar de sus dotes como militar y administrador, intentó fallidamente, por todos los medios, conciliar tradición y reforma, entendiendo que la civilización se construye protegiendo la libertad de las voces opuestas. En el desgarramiento político que atrapó al país en 1857 su gobierno sufrió insultos de liberales y conservadores; en el momento más crítico, cuando mayor firmeza se requería, perdió el horizonte y erró el cálculo: la guerra civil, la más cruenta, se abrió paso inevitablemente.