La mayor parte de los países, y México no es la excepción, heredan tradiciones de una historia nacional que, generalmente, termina por exaltar la obra de grandes personajes buenos en combate con grandes personajes malos. Esto da pie a la construcción de una verdad histórica inobjetable que omite enfocar épocas, contextos, intenciones y procesos sociales, y en cuyo resultado, dañino, se termina por recurrir al fácil expediente de la maldad ajena.