Se otorga la ciudadanía a los jóvenes de 18 años

El 22 de diciembre de 1969

 

Gerardo Díaz

La ciudadanía es una idea muy antigua que las distintas formas organizativas del hombre viviendo en sociedad ha transformado. En la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, por ejemplo, se exigía haber cumplido dieciocho años, siendo casados, o veintiuno si no lo son, además de tener un modo honesto de vivir.

 

Los griegos y los romanos desarrollaron este concepto jurídicamente mediante sus códigos de obligaciones y de derechos, los cuales aplicaban a los ciudadanos; es decir, a los miembros plenos de su comunidad. Esto excluía de la participación en decisiones colectivas a menores de edad, esclavos, extranjeros y en muchos casos a las mujeres.

La construcción de los Estados nacionales modernos tras la independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa indicarán nuevos conceptos de ciudadanía que beneficiarán enormemente a individuos antes desestimados. Con todo y lo bondadoso de estas ideas respecto a la libertad e igualdad, se continuó excluyendo la universalidad ciudadana al no considerar como tales a las mujeres, a los esclavos y condicionando en muchos casos este estatus a un poder adquisitivo mínimo o a la capacidad de leer y escribir.

Es hasta mediados del siglo XX que las democracias occidentales liberan el voto a hombres y mujeres por igual nacidos en su territorio, pero permaneciendo en todos los casos una edad para llegar a ser ciudadanos. En la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, por ejemplo, se exigía haber cumplido dieciocho años, siendo casados, o veintiuno si no lo son, además de tener un modo honesto de vivir.

En medio de la polémica con los jóvenes universitarios, Díaz Ordaz señaló en su IV informe de gobierno de septiembre de 1968: “Sigo teniendo confianza en que los derechos y los deberes de la ciudadanía serán ejercidos y cumplidos honrosamente por los jóvenes, que aportarán a las lides electorales sus inquietudes y sus convicciones; su presencia ciudadana acentuará el profundo sentido dinámico de nuestra Revolución […]. Mañana los jóvenes, como ayer las mujeres, fortalecerán las instituciones que a todos los mexicanos concierne cuidar y sabrán mantener y mejorar las reglas de la armónica convivencia de todos, en el seno de una sociedad ordenada y libre”. Con esto el Ejecutivo informaba su intención de reformar la Constitución para que la ciudadanía se otorgara automáticamente a los dieciocho años. Y así lo fue. El 22 de diciembre de 1969 se publicó en el Diario Oficial de la Federación.

Tras lo sucedido en octubre de 1968, muchos universitarios se preguntaron si en realidad era una medida de apertura o de represión, pues ahora prácticamente cualquier estudiante ya era ciudadano y por lo tanto responsable de acusaciones de delitos con toda la magnitud de su castigo. Por otro lado, se les daba una apertura para ingresar a la política a una edad más temprana, aunque solo fuese en los peldaños más bajos de la estructura priista de aquel tiempo. Hoy en día los chicos ansían los dieciocho, aunque para muchos sea simplemente la llave para salir de fiesta.

 

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