Quizá hoy tal descripción sobre “la muy Noble, Leal e Imperial Ciudad de México” (así nombrada en un plano de 1753) resultaría una ironía para millones de capitalinos, un absoluto “lema de la mitomanía”, como dice Carlos Monsiváis, pero en esos tiempos definía con justicia esta cualidad natural de la todavía ciudad novohispana que encontró Humboldt, a quien también se le atribuye –equívocamente– la legendaria frase “Ciudad de los Palacios”.