Verano, 1942. Aún no es mediodía y un incandescente sol se cierne sobre los músicos de la banda de guerra. El secretario de Marina, Heriberto Jara, preside el acto, frente a un sinnúmero de marineros (y curiosos) que se han dado cita ante el dique de San Juan de Ulúa, en las costas del puerto de Veracruz.
Todos quieren atestiguar un hecho sin precedentes: la botadura de un mastodóntico barco hecho de hormigón armado. Así es, leyó usted bien: un barco de piedra. Los ahí presentes contemplan el mar, contemplan la titánica embarcación y, al tiempo que se persignan, se preguntan boquiabiertos: ¿acaso la voluntad humana hará posible lo imposible?
La banda inicia su toque militar de tres dianas, dándole oficialidad a la ceremonia. El sansón de las aguas, que desafiará al mismísimo Poseidón, está listo para zambullirse en el golfo de México. El demiurgo de aquel pétreo coloso es el general veracruzano Heriberto Jara, figura principalísima de la clase política mexicana y primer encargado de la recién fundada Secretaría de Marina.
Así pues, los marineros hacen resbalar por la grada el buque de concreto, que pronto recibirá su bautizo de mar. La banda de guerra toca, acaso con más ahínco. Es un momento estelar. El gris barco toca la mar. Un olor a tensión se respira en el aire. El océano borbotea al contacto con la popa de aquel cuerpo de concreto que se desliza, retador, entre las salinas y mansas aguas veracruzanas.
Entonces sucede el milagro. El casco del granítico mastodonte entra en su totalidad en las aguas y logra gravitar en ellas, ante la atónita mirada de decenas de espectadores. Pero el dichoso milagro es tan sólo una ilusión: más pronto que tarde, y con la banda de guerra desgañitándose, el hércules rocoso sucumbe al llamado
de las sirenas y se hunde en las golfas aguas del Atlántico, pavorosa e irremediablemente, dejando tras de sí sendas columnas de burbujas de agua.
Este hecho, trágico y cómico, quedó para el anecdotario, aunque fue soterrado para siempre. Se suprimió de los archivos todo registro al respecto. No hay fotos, y apenas existen testigos y testimonios en la prensa. El secretario fue el hazmerreír del momento. “Las críticas que recibí fueron injustificadas y tendenciosas”, confesaría en una entrevista concedida a Carlos Zapata Vela.
Y es que, a decir verdad, no era descabellada la idea de un barco de hormigón armado. Jara, en su paso como embajador de México en Cuba, había sido testigo del empleo de una flota de barcazas de concreto que hacían navegación de cabotaje en la isla. Jara fue un hombre muy enterado de lo que sucedía en el mundo. Hay que recordar que en mayo de 1942 México se había unido a la guerra contra los países del Eje.
Bajo ese contexto, en todo el orbe comenzaron a escasear o a encarecerse muchas materias primas; entre ellas el acero, fundamental para los astilleros. Así que en varios países se empezó a experimentar con el hormigón armado para elaborar buques. El propio Winston Churchill, primer ministro de Gran Bretaña, se entusiasmó con la idea de construir barcos de cemento.
Para conocer más de este relato, adquiere nuestro número 188 de junio de 2024, impreso o digital, disponible en nuestra tienda virtual, donde también puedes suscribirte.