Apenas habían transcurrido dos meses de que Francisco I. Madero tomara posesión de la presidencia cuando el desgaste de su gobierno se iba acrecentando a pasos agigantados.
El llamado maderista a sumarse a la revolución también prendió en grupos radicales inconformes con los gobiernos estatales. Los zapatistas se ensañaron sobre todo con las grandes haciendas, quemaron cañaverales y oficinas públicas, aparte de ajusticiar a algunos jefes políticos y capataces.
Francisco I. Madero y Pino Suárez permanecieron prisioneros en Palacio Nacional hasta el día 22 de febrero de 1913, cuando fueron sacados de su celda y conducidos al sacrificio. Hacia las once de la noche se les obligó a subir a dos automóviles y en las inmediaciones de la prisión de Lecumberri fueron asesinados.
El último conflicto armado en el centro de la capital
Del 9 al 18 de febrero se paralizaron las actividades cotidianas en Ciudad de México. Eran muy pocos los que intentaban huir, salir un momento a rezar un responso, tratar de obtener noticias –puesto que no circulaban los periódicos– o conseguir víveres. Desde el primer día de la asonada, Madero se instaló en Palacio Nacional, amenazado como prácticamente todo el centro de la capital.
La mayoría de las fotografías de las acciones en la toma de Ciudad Juárez fueron hechas por estadounidenses como Jimmy Hare y Otis Aultman, cuyas imágenes se conservan principalmente en archivos privados y de universidades de su país.
En 1915, el futuro político y social de México se decidió en los campos de batalla. Las facciones revolucionarias de convencionistas y constitucionalistas se enfrentaron entre sí, movilizando a la mayor cantidad de hombres y elementos de guerra de nuestra historia. En tanto, del otro lado de mundo, la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial estalló el 28 de julio de 1914, tras el asesinato en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando de Habsburgo, heredero del trono del Imperio austrohúngaro. Para 1915, la guerra se había extendido a toda Europa.
Era el personaje del momento y una carta del 30 de mayo dirigida a la empresa Larín no pudo ser mejor prueba; en ella, el coahuilense daba su aval para que la chocolatería usara su imagen en las envolturas de algunos de sus productos.
Crisis en el gobierno: el régimen carrancista se desmorona
Dueño de un agudo sentido de la oportunidad –timming, le llaman los anglófonos–, Venustiano Carranza hizo una mala lectura de la situación en 1919. Se entercó en concretar la idea expuesta por Francisco I. Madero y retomada por él: acabar de una vez por todas con el militarismo. El ascenso al poder del militar triunfador en turno había convertido casi un siglo de la historia de México en desesperante repetición de alzamientos, planes revolucionarios, cuartelazos y golpes de Estado. La única forma de romper ese círculo vicioso, estaba convencido, era abrir las puertas del despacho presidencial a un civil.
Se abre el telón de la tragedia del presidente Carranza
Tras el Plan de Agua Prieta de abril de 1920, las defecciones en el bando de Venustiano Carranza provocaron un efecto dominó. Se acumulaban las adversidades: focos de insurrección encendidos en varias partes del país, fracaso del candidato que impulsaba, traiciones de amigos y colaboradores, un inocultable debilitamiento de su gabinete y los soldados de Pablo González cerrando el cerco sobre la capital. Para el 5 de mayo don Venustiano estaba perdido.
Venustiano Carranza deja Aljibes el 14 de mayo de 1920 –de acuerdo con Luis Cabrera– y se interna en la Sierra Norte de Puebla. Aunque sabe que su situación es crítica, pues viene perseguido por sus enemigos políticos, no demuestra contrariedad, ni desesperanza, ni enojo; viejo lobo de mar en las lides políticas, sabe que los que ayer fueron sus aliados hoy son sus enemigos, pero cree firmemente que puede recuperar el control del país y terminar su mandato constitucional. Sin embargo, caerá muerto.
¿Por qué México fue excluido de la Sociedad de Naciones en 1919?
Además de las dificultades con Estados Unidos, la incorporación de México a la Sociedad de Naciones enfrentó un obstáculo notable: el mal estado de las relaciones con dos de las potencias vencedoras: Gran Bretaña y Francia. Por un lado, ambas consideraban que Carranza tenía inclinaciones progermanas, y que por tanto no guardó una estricta neutralidad durante la Gran Guerra.