La mayoría de las fotografías de las acciones en la toma de Ciudad Juárez fueron hechas por estadounidenses como Jimmy Hare y Otis Aultman, cuyas imágenes se conservan principalmente en archivos privados y de universidades de su país.
Tras ciertas acciones descoordinadas, ganarse algunas heridas de guerra, pero dando pocos golpes de autoridad contra el ejército porfiriano, la revolución armada encabezada por Francisco I. Madero finalmente tenía la oportunidad de tomar una plaza de importancia en mayo de 1911: Ciudad Juárez. La plaza se encontraba a escasos metros, pero por diversas razones –bastante sensatas, por cierto– el líder no daba la orden de atacar. Mientras tanto, Pascual Orozco y Francisco Villa se impacientaban al grado de irse a tomar un helado a El Paso, Texas, mientras los federales se burlaban llamándoles robavacas, inútiles y cobardes.
La mañana del 8 de mayo pasó lo inevitable. Entre insultos y amenazas, quizá influenciados por algún aguardiente, obedeciendo una orden secreta o simplemente por entretenimiento, alguientiró un balazo desde las líneas maderistas. Este fue correspondido por los federales y ya en la tarde la cosa estaba ardiendo. Don Francisco intentó calmar a sus hombres, pero la mecha estaba bien encendida. Orozco y Villa, con más ganas de tirar plomazos que contener a su gente, le informaban que el ataque general ya no lo podían frenar. “Pues si es así, qué le vamos a hacer”, dijo el futuro presidente.
Entonces la artillería tumbó muros; las ametralladoras cerraron calles. Las brigadas que logró contener Madero fueron autorizadas para acudir al frente y los hombres continuaron luchando toda la noche. Al día siguiente prosiguieron el avance hasta el núcleo federal, rompiendo paredes y atravesando casas con barretas. Se hicieron prisioneros, pero algunos eran ejecutados según les diera la gana a sus captores.
Mientras los atacantes se turnaban para ir a la retaguardia por agua, comida o dormir un poco, los soldados porfirianos prácticamente tenían veinticuatro horas de combate continuo, pocos víveres y grandes bajas. Con todo, continuaron combatiendo en esas condiciones hasta la mañana del 10 de mayo, cuando el general Juan Navarro se tragó su orgullo y desplegó la bandera blanca.
Se dice que Villa ordenó que los prisioneros fueran puestos en calzones para que no se confundieran con los civiles y huyeran. Madero procuró salvar a los oficiales federales, mientras que, con bandera en mano, Roque González Garza se montaba en su caballo para conmemorar la histórica victoria. El castillo de naipes de Porfirio Díaz comenzaba a derrumbarse.
La breve "La toma de Ciudad Juárez" del autor de Gerardo Díaz se publicó en Relatos e Historias en México número 129. Cómprala aquí.