¿Con quiénes se aliaron los zapatistas después del asesinato de Emiliano Zapata?

El pragmatismo de los últimos zapatistas

Angélica Noemí Juárez Pérez

 

Tras el asesinato de su caudillo, el movimiento zapatista empezó a difuminarse o a establecer alianzas con quienes habían sido sus enemigos.

 

La muerte de Emiliano Zapata no implicó la del zapatismo. Hoy en día, existen organizaciones y planteamientos políticos vinculados ideológicamente con dicho movimiento. Sin embargo, el zapatismo como unidad comenzó a ver su disolución en 1919. El antecedente inmediato a este proceso fue el asesinato de su líder el 10 de abril de ese año. En los siguientes cinco días, 34 generales y jefes zapatistas expidieron un manifiesto al pueblo de México, cuyos párrafos sustanciales expresaban:

 

“Zapata ha muerto, pero nos queda su obra, nos queda su ejemplo; esa obra de emancipación, de enaltecimiento del mexicano, de glorificación del trabajador, de consagración plena y absoluta a la causa del pueblo; ese ejemplo de hombría, de noble altivez, de pureza sin mancilla, de gallardo impulso para todo lo bueno, de odio justiciero y vengador contra todo lo bajo y contra todo lo protervo.

Tenemos una triple tarea: consumar la obra del reformador, vengar la sangre del mártir, seguir el ejemplo del héroe. Y esa tarea la hemos de cumplir, a despecho de retardatarios y de traidores; por encima de la perversidad de Carranza, de la felonía de Pablo González y de Guajardo; de la miserable vileza de los estafadores que hoy manchan los más altos sitiales de la República.”

 

Vázquez Gómez, ¿líder del zapatismo?

 

El documento también designa al primer responsable de mantener el esfuerzo organizado: “En cuanto a la jefatura suprema de la Revolución, ha sido conferida al C. Dr. Francisco Vázquez Gómez, a quien el General Zapata, haciéndose eco de nuestros deseos y de nuestras aspiraciones, tuvo la atingencia de designar para ese alto puesto, en los últimos días de su fecunda vida, toda ella llena de clarividencia y de aciertos”.

Vázquez Gómez fue un médico que permaneció como civil a lo largo de la Revolución, candidato a la vicepresidencia de México y antiguo revolucionario que acuñó simpatías en tierras zapatistas. La designación a la que se hace referencia quedó por escrito en un manifiesto del 10 de febrero de 1919, firmado por Zapata. En este, el Caudillo del Sur se pronuncia a favor de Vázquez Gómez para que, aprovechando el tiempo de postulaciones de candidatos presidenciales, la gente comience a considerarlo como un posible sucesor de Carranza.

Sin embargo, dentro del entramado del zapatismo popular, Vázquez Gómez no jugaba una posición estratégica que le hiciera posible conducirlo en un momento tan delicado. En primer lugar, era ajeno a las geografías que constituían su base social. En segundo, su compromiso fue únicamente de palabra. Felipe Ángeles, años atrás, cuando compartieron exilio en Estados Unidos, lo había descrito como alguien “que no cuenta con nada, ni siquiera con el valor de emprender algo en que exponga su salud y su bienestar, y mucho menos su vida”. Por último, y encima de todo, Vázquez Gómez vivía exiliado.

Otras circunstancias se sumaron al vacío que quedó con la muerte de Zapata y que Vázquez no llenó en los hechos. En primer lugar, el zapatismo atravesaba una situación militar muy comprometida, tanto por la estructura de mando como por una escasez de material de guerra que llevaba años. Por otra parte, el sistema de posiciones de las tropas zapatistas presentaba un desequilibrio: las zonas más consolidadas no eran estratégicas para los actores nacionales, mientras que las posiciones más relevantes en dicho escenario (como las de Genovevo de la O) podían ser más inestables y menos nucleares para las dinámicas internas zapatistas. Así pues, los mecanismos de consenso del movimiento se volvieron poco inteligibles y muy inestables.

 

La lucha por el liderazgo

 

En ese escenario, tres candidatos populares aparecieron para liderar el movimiento: Genovevo de la O, con posiciones en torno a Ciudad de México; Francisco Mendoza, en el sureste de Morelos; y Gildardo Magaña, quien, aunque militar como los otros dos, había cumplido con otras funciones que tal vez lo caracterizaron de manera distinta: fue intelectual zapatista, representante en la Convención de Aguascalientes, gobernador del Distrito Federal y jefe del cuartel general de Tochimilco, en el límite entre Morelos y Puebla.

Buscando Magaña ser nombrado sucesor de Zapata, convocó a los demás jefes y generales a una votación en Tochimilco para promover su candidatura. Al no obtener la respuesta necesaria, convocó nuevamente en Huautla, territorio de Jesús Capistrán, donde se impuso a este en votación. Formalmente, Magaña seguiría apoyando al ausente Vázquez Gómez. Aun cuando logró una mayor concurrencia, ni De la O, ni Mendoza ni Maurilio Mejía –otro líder local– asistieron. Es más: desconocieron el nuevo liderazgo.

 

Alianza con el antiguo enemigo

 

El desempeño de Magaña tendió a ser más pragmático que ideológico, a pesar del papel que había jugado en el pasado. En septiembre de 1919, Magaña dirigió una misiva, firmada junto con contrarrevolucionarios como Manuel Peláez y Félix Díaz, al gobierno de Estados Unidos, buscando que les reconociera su beligerancia. Sin embargo, con motivo del secuestro del cónsul de Estados Unidos en Puebla en octubre de 1919 por órdenes de Peláez, sumado a la errática detención del diplomático a manos de Carranza después de ser liberado por sus primeros captores, la tensión entre el gobierno nacional y su vecino fue en aumento.

Magaña se acercó a Carranza, incluso reuniéndose en secreto, para ofrecerle su apoyo a cambio de garantías para su gente. Implícitamente, era una rendición a la que se fueron adhiriendo sus mandos más cercanos. Magaña había pactado con los enemigos naturales del zapatismo: los representantes del antiguo régimen y los asesinos del caudillo que intentó transformarlo.

 

Zapatismo difuminado

 

Simultáneamente, hubo más acercamientos entre otros líderes y los generales zapatistas. Cuando en junio de 1919 Álvaro Obregón lanzó su candidatura, se acercó a Genovevo de la O, con quien al final formalizaría una alianza. La decisión de De la O fue unilateral. Por su parte, Manuel Peláez intentó ganarse a Francisco Mendoza, sin éxito.

Aunque Magaña logró su propia paz, el verdadero ganador de la revolución zapatista acabó siendo Genovevo de la O: después de la rebelión de Agua Prieta contra Carranza, De la O entró triunfante a la capital del país, al lado de Obregón, el 9 de mayo de 1919; sin embargo, como subordinado en el organigrama gubernamental. Mendoza acabaría adherido como subordinado, a su vez, de De la O, quien sería nombrado jefe de Operaciones Militares de Morelos durante el gobierno de Obregón.

Mendoza se retiró del servicio militar activo en 1921, ya en el periodo obregonista. Magaña acabó ajustándose a la realidad política, otra vez pragmáticamente, al unirse al Plan de Agua Prieta. Fue nombrado jefe del Departamento de Colonias Militares.

Así, el zapatismo no se había perdido, solo difuminado, y hasta nuestros días sigue presente. El obregonismo, sin embargo, era la opción política principal de ese momento: la victoriosa al finalizar la etapa armada de la Revolución.