Era el personaje del momento y una carta del 30 de mayo dirigida a la empresa Larín no pudo ser mejor prueba; en ella, el coahuilense daba su aval para que la chocolatería usara su imagen en las envolturas de algunos de sus productos.
La Revolución seguía extendiéndose poco a poco por el norte del país y otros rincones regados por la geografía nacional aquella primavera de mayo de 1911. Habían pasado pocos meses del llamado a la sublevación del pueblo por parte de Francisco I. Madero y las movilizaciones militares insurgentes parecían cada vez menos improvisadas e incluso se habían anotado ya triunfos importantes, como la toma de Ciudad Juárez en esos días. La noticia de que Porfirio Díaz renunciaría a la máxima magistratura llenaba la boca de todos.
Tampoco era un secreto ya que Madero y don Porfirio mantenían comunicación telegráfica; incluso, será el norteño quien “invitará” al oaxaqueño a una transición ordenada –e imperativa– en telegrama sellado el día 17 de mayo: “El patriótico fin que esperamos es indispensable la renovación completa de su gabinete dejando únicamente al señor De la Barra y no admitiendo al general Bernardo Reyes si usted acepta mi indicación mañana estará todo México en paz”.
Por otra parte, el después llamado Apóstol de la Democracia alzaba la mano como el candidato más fuerte a la presidencia tras haber hecho una campaña proselitista que sumó cientos de kilómetros por todo el país. Gozaba del envión de su popularidad y de la revolución, así como del impulso de algunos sectores de la prensa… todavía. Estaba claro que no desperdiciaría oportunidad alguna que le significara ganar terreno ante la opinión pública de México y de Estados Unidos y Europa, principalmente. Para muestra, las entrevistas con el magnate del periodismo William Randolph Hearst y otros corresponsales y reporteros.
Era el personaje del momento y una carta del 30 de mayo dirigida a la empresa Larín no pudo ser mejor prueba; en ella, el coahuilense daba su aval para que la chocolatería usara su imagen en las envolturas de algunos de sus productos. ¡Sí! Madero no solo iba a las planas de ocho columnas ni a los cuarteles de batalla o al frente de los contingentes militares, sino también a las envolturas de las golosinas que decenas de familias mexicanas degustaban. “Srs. Larín y Cía. /Apdo. 997, México. /Estimados señores: /con referencia a la atenta carta de Uds. Fecha 20 del corriente mes les manifiesto que agradezco la distinción con que se sirven honrarme, y no tengo inconveniente en que usen mi nombre y retrato en los dulces y chocolates que Uds. fabrican. Dándoles las gracias por sus benévolas frases acerca de mi persona, soy de Uds. afmo. atento y S. S.”, comunicaba el líder de la lucha armada.
La Fábrica Modelo de Chocolates y Dulces Larín y Compañía, fundada hacia 1892 y cuya planta de producción estaba en la calle de los Arquitectos (hoy Miguel E. Schulz, colonia San Rafael, Ciudad de México) y después se mudara a Ejército Nacional, “fue una de las fábricas de golosinas más importantes junto con la Chocolatera La Azteca”, la cual la compró casi cien años después.
Si se materializó o no el uso de la imagen del líder en los productos de Larín, aún se desconoce, pero si hubo un tiempo de la revolución maderista en el que esta publicidad fuera posible, era este primer semestre de 1911 en el que se fue Díaz. Además, llama la atención el manejo de imagen y de la lucha que don Francisco hacía en favor suyo gracias a la fama de la que gozaba y de la que al parecer era muy consciente.