Cine mexicano

  • ¡Vamos al cine! Les recomendamos “Modisto de señoras”

    ¡Vamos al cine! Les recomendamos “Modisto de señoras”

    (René Cardona Jr., 1969)

    Marco A. Villa

    Excéntrico, cándido, pero sobre todo un estricto profesional, el elegante modisto parece gozar de gran aceptación entre las mujeres de la clase alta mexicana.

  • ¡Vamos al cine! Les recomendamos “Los caifanes”

    ¡Vamos al cine! Les recomendamos “Los caifanes”

    (Juan Ibáñez, 1967)

    La Redacción

    En el argot de la época, llamaban caifán, principalmente en el ambiente de la vida nocturna, a aquel que “las puede todas”, que tiene arrojo, que no escatima al correr riesgos y vive desbocado en la aventura. Otra variante indica que los bailadores de cabaré, y hasta los padrotes, también eran nombrados de esta manera.

  • Permanencia voluntaria

    Permanencia voluntaria

    Y otras antiguas costumbres en el cine

    Marco A. Villa

    Sin duda, entre lo que más se extraña del cine es la permanencia voluntaria, establecida como una estrategia comercial desde el mismo año en que inició la Revolución en nuestro país, extendiéndose hasta la última década del siglo pasado. Hoy es difícil concebir que el costo de un solo boleto alguien podía ver dos o más filmes del momento, pero por décadas fue posible.  

  • Los últimos coñacs de Guty Cárdenas

    Los últimos coñacs de Guty Cárdenas

    Ricardo Lugo Viñas

    Con apenas veintiséis años, guapo, atleta y talentoso, Guty estaba en el cenit de su carrera artística.

  • ¡Vamos al cine! Les recomendamos “Actas de Marusia”

    ¡Vamos al cine! Les recomendamos “Actas de Marusia”

    (Miguel Littin, 1975)

    Marco A. Villa

    Rufino Gómez Peralta cayó abatido por los disparos de la tropa. La ley fuga que le aplicaron, lo dejó tendido sobre la arena del desierto que, empujada por una leve ventisca, cubrió tenuemente su cuerpo y se amontonó en sus heridas.

  • ¡Vamos al cine! Les recomendamos “Los hijos de Sánchez”

    ¡Vamos al cine! Les recomendamos “Los hijos de Sánchez”

    (Hall Bartlett, 1978)

    Marco A. Villa

    Jesús Sánchez vivía hacinado con sus cuatro hijos, nietos y pareja en turno en un espacio cuya escasa amplitud era fácilmente depredada por el hacinamiento. Compartían desde la falta de privacidad y los alimentos, hasta los sueños de por fin acabar con la miseria.

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