Ligia de Golconda

La primera mexicana que conquistó Hollywood

Saúl Iván Hernández Juárez

Las dificultades que conlleva escribir sobre la historia de las mujeres de principios del siglo XX obligan a indagar en los lugares más insospechados o en los que fueron más visibles. Un poema, una canción, una imagen, son herramientas poco convencionales, pero de gran utilidad para escribir sobre las mujeres que fueron olvidadas en la narrativa histórica mexicana. Así, en las páginas hemerográficas me encontré ante la fragmentada vida de la primera mexicana que pisó los estudios cinematográficos de Hollywood: la actriz potosina Enriqueta Ramírez Verástegui.

En 2014 el historiador Javier Padrón escribió el primer acercamiento formal a la vida de dicha mujer en “Cinelandia” –como popularmente era conocido en México el mundo de Hollywood–, pues señaló que arribó allí antes que su paisana Lupe Vélez, y que fue una de las pocas actrices mexicanas que rápidamente se adaptaron a la industria cinematográfica estadounidense.

Enriqueta, conocida en las páginas de la historia del cine nacional e internacional como Ligia de Golconda, nació en Rioverde, San Luis Potosí, el 6 de abril de 1883. Fue hija del acaudalado Lauro Ramírez Guillén y de Virginia Verástegui Cabrera; solo tuvo dos hermanos: Jacobo y Javier. En 1914 contrajo nupcias en la Ciudad de México con Emilio del Mármol Varona, y no tuvieron descendencia.

De tiple a actriz de cine mudo
Al inicio de su carrera artística como tiple, Ligia de Golconda se presentaba ante el público como Enriqueta Verástegui o como Nachita Verástegui. De esa forma y por un breve periodo, a principios de los años veinte del siglo pasado la potosina comenzó su carrera como tiple, en la cual lo actoral-cómico se alternaba con canto y cuyas intérpretes, por lo general, tienen voz de mezzosoprano. Según Carlos Monsiváis, esa actividad artística pertenecía al teatro frívolo o de género chico, que se presentaba en escenarios malolientes y rijosos del Porfiriato. Sin embargo, a diferencia de las tiples de finales del siglo XIX y los primeros años del XX, Ligia de Golconda se había presentado en los espacios teatrales más importantes de la Ciudad de México.

Su breve trayecto por el mundo del rataplán –el cual nunca olvidaría–, preparó a la rioverdense en el desenvolvimiento escénico-actoral y, a pesar de la oposición familiar a su carrera sobre las tablas, en 1920 filmó El escándalo, que se coronaría como su primera película en el cine mudo mexicano. En la célebre Revista de Revistas, Jaime Torres Bodet testificó que había visto pasar a muchas actrices “de las tandas y del teatro frívolo” al cine, pero ninguna como Ligia de Golconda.

En 1921 filmó Amnesia, dirigida por Ernesto Vollrath, la cual sería su segunda película. En ese mismo año actuó en La gran noticia, filmada en Chapala, Jalisco, y dirigida por Carlos Noriega Hope. En 1922 rodó la cinta Fulguración de raza, de Eduardo Martorell, la cual estaba a tono con los discursos y las narrativas nacionalistas de la época posrevolucionaria, pues en su argumento se pugnaba por la “elevación de la raza mestiza mexicana”. Sobre el tema, el historiador Ricardo Pérez Montfort ha señalado que “el orgullo, el espíritu, la raza y la sangre” estaban presentes en la mayoría de las historias del cine nacionalista.

A pesar del impulso y las subvenciones del Estado mexicano, en el primer quinquenio de los años veinte, el cine mexicano y sus protagonistas sostuvieron una carrera dispareja y nadaron contra la corriente de la creciente popularidad del cine hollywoodense, pues como apuntó el crítico de cine Mau Gaona: “Los nombres de Rodolfo Valentino, Tom Mix y Gloria Swanson competían, con gran ventaja, contra los de Carlos Villatoro, Ligia de Golconda y Elena Sánchez Valenzuela, por el gusto del público mexicano”.

El sueño hollywoodense
Sobre las tiples y las actrices del cine mudo, las fuentes históricas dan testimonio de un concurso que se llevó a cabo en México en julio de 1923, en el que la ganadora supuestamente tendría acceso directo a un contrato para hacer una película con la casa productora Paramount. Para obtener el boleto al estrellato hollywoodense, Ligia de Golconda participó en esa competencia, sin embargo, según la prensa capitalina, Honoria Suárez resultó ganadora con 215 mil votos del público.

La potosina compitió al lado de reconocidas artistas de variedades como Elvira Ortiz, Elena Sánchez Valenzuela y María Cozzi, mismas que tenían una carrera trazada en el mundo de las tiples. Sobre las participantes, en su periodo como crítico de arte, Jaime Torres Bodet aseguró: “Todas ellas obtuvieron éxitos y podrían haber desarrollado una labor más brillante si el inevitable recelo con que los artistas suelen verse entre sí, no les hubiera impedido agruparse en un frente único de acción”; señaló que en la competencia no todas las actrices jugaron limpio, e incluso se hablaba de la compra de votos.

Sobre el mismo caso, el cronista cinematográfico español Miguel de Sárraga, en la revista Cine-Mundial de Madrid, llamó al evento “un concurso cinematográfico estrafalario”, probabilidades de triunfar, pues, según su experiencia, ella había actuado por lo menos en tres películas. No obstante, en septiembre de 1924 se informaba que las actrices Honoria Suárez, Nelly Fernández, Ligia de Golconda y el actor Manuel Ojeda obtuvieron una beca del gobierno de Álvaro Obregón. Las fuentes señalan que Ligia también recibió apoyo económico para estudiar en California, por parte de la Secretaría de Educación Pública (SEP).

De esa forma, para finales de 1924 Ligia llegó becada por el gobierno de México a Los Ángeles, ciudad que se había convertido en un centro de atracción internacional para hombres y mujeres, y de la cual Salvador Novo predijo: “Hollywood será en adelante árbitro de la belleza y de la moda”.

Cobijada por la naciente hegemonía cinematográfica californiana, Enriqueta alternó su profesión actoral con la producción de películas de contenido nacionalista que el gobierno mexicano le encargó, razón por la cual también la habían becado.

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