Vírgenes de El Zape y La Macana, las imágenes “martirizadas” de Nueva España

Antonio Rubial García

En 1616 los tepehuanos iniciaron un levantamiento armado en El Zape, el cual se extendió muy pronto a todas las misiones de la región y que cobró la vida de ocho jesuitas, así como de numerosos colonos españoles, nahuas y africanos que trabajaban en las minas de la región.

 

Según un reporte enviado por el provincial de México Nicolás de Arnaya al general en Roma el 18 de mayo de 1617, los cuerpos de los misioneros fueron encontrados muertos con las caras desfiguradas y los rebeldes habían arrojado la cabeza de la imagen de la Virgen al pequeño lago de aguas termales cercano a la misión.

Un nuevo relato sobre la imagen apareció en el prólogo de una traducción que hizo el jesuita Juan de Burgos (publicado en Madrid en 1671) de la obra de Orazio Tursellino sobre la Virgen de Loreto. La investigadora Clara Bargellini señala que dicho texto incluía una lista de las más importantes imágenes de la Virgen que se veneraban en Nueva España, y la de El Zape era considerada famosa por sus “muy frecuentes milagros” y por su “belleza”. A continuación, Burgos agregaba algo nuevo: la Virgen de El Zape era una de las tres imágenes de María que trajeron los jesuitas al territorio tepehuano y que eran llamadas las tres hermanas: la antes mencionada, la de Santiago Papasquiaro y la de los Remedios, que se veneraba en un cerro cercano a Durango, la capital de Nueva Vizcaya.

El autor señalaba que las primeras dos sufrieron “sacrílegos tormentos” en manos de los rebeldes tepehuanos: la de El Zape había sido degollada y arrojada a un lago, lo cual coincidía con la narración de 1617. La de Papasquiaro, que pertenecía a los nahuas del pueblo, había sido herida con flechas y estrangulada. La tercera imagen, que estaba “tan apenada” por lo que les había pasado a las otras dos –según la narración de Burgos–, fue encontrada fuera de su nicho y postrada en el suelo sufriendo por las injurias que le habían hecho a sus dos hermanas.

La gran importancia que tenía ya la imagen para los jesuitas a mediados del siglo XVIII movió a Juan Antonio de Oviedo a incluirla en el último apartado de la enciclopedia sobre las apariciones de la Virgen en México: el Zodiaco mariano. Pero su versión no seguía la de sus hermanos de hábito. En su narración, el hachazo no aparecía y en cambio mencionaba que la imagen había sido herida con flechas y arrastrada alrededor de la iglesia con una soga al cuello, además de que “le dieron muchos golpes, le cortaron la cabeza y las manos y, hartos ya de maltratarla, la arrojaron en un pozo u ojo de agua que estaba en el medio del pueblo”.

Por último, Oviedo señalaba que “Nuestra Señora de los Mártires” de El Zape era el santuario más célebre y frecuentado de toda la Nueva Vizcaya, además de que, en reconocimiento de sus milagros, los peregrinos le llevaron “ricos vestidos, joyas y otros ornamentos” y que “de todas partes de la comarca concurrían muchos a la celebridad de sus fiestas”.

Este mismo jesuita hace referencia en el Zodiaco mariano a la Virgen de la Macana, devoción íntimamente ligada a las misiones del norte y a la rebelión de Nuevo México. Juan Antonio de Oviedo señala que su primera factura fue la de una escultura de bulto, traída a México por los franciscanos en el siglo XVI, copia de una Virgen del Sagrario venerada en Toledo. El cronista jesuita señalaba que la imagen acompañó a fray Marcos de Niza en su expedición al norte, y que se le trasladó a Nuevo México en 1596 por el grupo conquistador a las órdenes de Juan de Oñate.

En 1680, con motivo del alzamiento indígena en esa región que provocó la muerte de veintiún franciscanos, la imagen fue partida por la mitad debido a un golpe de macana de un indio rebelde, hecho que le dio su nombre popular. El Zodiaco agregaba: “No sufrió el cielo sacrilegio tan execrable sin enviar inmediatamente al impío agresor el castigo. Porque según constante tradición, apareció a vista de todos un demonio, que arrebatando al sacrílego malhechor, lo ahorcó de un árbol de aquel campo, aunque otros dicen que él mismo, como otro Judas, desesperado se colgó”.

 

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Antonio Rubial García. Doctor en Historia de México por la UNAM y en Filosofía y Letras por la Universidad de Sevilla (España). Se ha especializado en historia social y cultural de la Nueva España (siglos XVI y XVII), así como en cultura en la Edad Media. Entre sus publicaciones destacan: La Justicia de Dios. La violencia física y simbólica de los santos en la historia del cristianismo (Ediciones de Educación y Cultura/Trama Editorial, 2011); El paraíso de los elegidos. Una lectura de la historia cultural de Nueva España (1521-1804) (FCE/UNAM, 2010); Monjas, cortesanos y plebeyos. La vida cotidiana en la época de sor Juana (Taurus, 2005); La santidad controvertida (FCE/UNAM, 1999); y La plaza, el palacio y el convento. La Ciudad de México en el siglo XVII (Conaculta, 1998).

 

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Vírgenes de El Zape y La Macana