Si hay unos ojos auténticamente tapatíos esos son los de Katy Jurado, una de las grandes actrices del siglo XX. Su talento y esfuerzo, más que su belleza, la convirtieron en un ícono de la cinematografía hollywoodense, en la que compartió escenario con figuras que van desde Marlon Brando hasta Grace Kelly.
Hace 96 años, el 16 de enero de 1924, nació en Guadalajara, Jalisco, María Cristina Estela Marcela Jurado García. Educada en un colegio religioso, desde muy joven mostró su deseo de convertirse en actriz, aunque, en un inicio, la negativa de sus padres le impidió participar en la película La Isla de la Pasión (1941), a la que había sido invitada por su director, Emilio el Indio Fernández.
En 1943, a sus diecinueve años, Katy se casó con Víctor Velázquez, de 31, quien aspiraba a actor y ya tenía algunos contactos en el medio cinematográfico. Esto permitió a nuestra protagonista despojarse de la tutela de sus padres para hacer lo que le apasionaba. Ese mismo año participó en su primer filme: No matarás (Chano Urueta), al que siguió Internado para señoritas (G. Martínez Solares).
Para 1944 destacó en La vida inútil de Pito Pérez (M. Contreras Torres), al lado de Manuel Medel. De allí en adelante su carrera tuvo un vertiginoso ascenso y participó en películas que van desde La sombra de Chucho el Roto (Alejandro Galindo, 1945) y Rosa del Caribe (José Benavides, 1946), hasta Nosotros los pobres (Ismael Rodríguez, 1948), en la que encarna a “La que se levanta tarde” y, frente a Pedro Infante, confirma su papel de villana y seductora, pues la propia Katy se hacía sabedora de que “mi cuerpo era provocativo, pero también que no era bella, aunque sí, reconozco, mi tipo era distinto y muy sensual”.
Pronto, los productores hollywoodenses la buscaron. Divorciada de Víctor Velázquez, decidió irse a vivir a la meca del cine mundial, donde trabajó como crítica taurina y de cine. Su pasión por el ruedo hizo que fuera ideal para participar en su primera película en Estados Unidos: El torero y la dama (Budd Boetticher, 1951). Pese a que no dominaba el inglés, su extraordinaria memoria le permitió aprenderse los diálogos por medio de los sonidos.
Pero todavía la esperaba la máxima gloria: su notable actuación en el hoy célebre clásico del género western A la hora señalada (1952), dirigido por Fred Zinnemann (el mismo que había filmado en México la famosa Redes en 1936), en el que acompañó a los consagrados Gary Cooper y Grace Kelly. Esta película le valió el Globo de Oro a mejor actriz de reparto, lo que impulsó su reconocimiento en el cine estadounidense.
También participó en un filme de Luis Buñuel: El bruto (1952), al lado de Pedro Armendáriz y Andrés Soler. Con ello obtuvo un Ariel en México por mejor coactuación femenina. Poco después llegaría Lo que la tierra hereda (Edward Dmytryk, 1954), otro western con el que se convirtió en la primera mexicana –y latinoamericana– en ser nominada a un Oscar (cosa que no se repetiría sino hasta 2003 con Salma Hayek, por su papel en Frida).
Katy se mantendría por varios años como una figura fundamental en las cintas del Viejo Oeste que tuvieron su auge en aquel tiempo. Su presencia en esa industria le permitió codearse con personajes como Frank Sinatra o John Wayne, y también actuar con Anthony Quinn (en Man from Del Rio, 1956), Marlon Brando (El rostro impenetrable, 1961) o Elvis Presley (Stay Away, Joe, 1968). Además, su participación en numerosos western le valió un reconocimiento conocido como la Bota de Oro y que en 1994 fuera homenajeada con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood por su contribución al cine.
Después de una trayectoria gloriosa en el extranjero, Katy regresó a México, pero no dejó el escenario, ya que fue protagonista de propuestas filmográficas que trataban de oxigenar el cine nacional, como Fe, esperanza y caridad (1974) o Los albañiles (1976), o más tarde de exitosas telenovelas como Te sigo amando (1996). Su pasión acabó solo con su muerte, pues todavía alcanzó a filmar en 2002 Un secreto de Esperanza (Leopoldo Laborde), cuyo estreno ya no pudo ver porque falleció el 5 de julio de ese mismo año.
La extraordinaria carrera de Katy Jurado fue respaldada por decenas de galardones a nivel nacional e internacional, entre los que estuvieron el homenaje por su contribución al cine mexicano en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara de 1999 y el reconocimiento que se le hizo en la ceremonia de los Oscar de 2003. Su huella en las siguientes generaciones de actrices aún perdura y gran parte de su legado vive en las más de sesenta películas que hoy podemos apreciar.