Sierra se convenció de la legitimidad del gobierno de Díaz porque vio en él la posibilidad de pacificar y hacer avanzar al país. Incluso respaldó la idea de una “dictadura ilustrada”, siempre y cuando se creara un partido institucional y un programa que ciñera la conducta del gobierno, algo que finalmente no ocurrió.
Justo Sierra fue copartícipe de la Sociedad de Libres Pensadores, fundada en 1870 por Altamirano. Entre 1868 y 1876 colaboró en los periódicos El Globo, donde se publicaron algunos de sus poemas de juventud; en el folletín de El Monitor Republicano, uno de los periódicos más importantes de la época; así como en El Domingo, El Siglo Diez y Nueve, El Federalista, La Tribuna, La Libertad y El Mundo. Su incursión en el periodismo confirmó y acrecentó la fama naciente e hizo aflorar en él una nueva veta hacia un pensamiento político renovador en la que despuntó su patriotismo y se fraguará el pensador, el historiador y el educador.
Tras recibirse de abogado en 1871, instaló su bufete y se involucró en el conflicto armado de la Ciudadela (encabezado por una fracción rebelde comandada por los generales Miguel Negrete, Aureliano Rivera y Jesús Toledo), tendiente a remover de la presidencia a Juárez. Apoyado por los diarios El Globo y El Federalista (opositores al gobierno), fue nombrado suplente en la Cámara de Diputados por el distrito de Chicontepec, Veracruz, con un sueldo de 250 pesos.
Al año siguiente mueren su abuelo materno Santiago Méndez y su amigo Manuel Acuña. Quién habría de decirle que entonces conocería al amor de su vida. El encuentro tuvo lugar el día en que la talentosa Luz Mayora y Carpio presentó el examen para maestra normalista. De su “güerita”, como cariñosamente la llamaba, dijo: “es una de las perlas de nuestra sociedad, hermosa como el primer sueño de la juventud, de actitud modesta y de finas maneras […] más que una mujer, parece un perfume, una idealidad, de instrucción excepcional y gran talento”.
En el transcurso de su noviazgo, Sierra recibió en 1873 el nombramiento de secretario interino de la Tercera Sala de la Suprema Corte de Justicia, con un sueldo de 2,400 pesos anuales. Esto le permitió que, un año después, lograra casarse en la capilla del Señor del Claustro de la parroquia de Tacuba y que la ceremonia civil tuviera lugar en la casa de la novia, en el pueblo de Popotla, teniendo como testigos a Altamirano, Alfredo Bablot, Anselmo de la Portilla y José Valente Baz.
Si desea leer el artículo completo, adquiera nuestra edición #172 impresa o digital:
“Justo Sierra”. Versión impresa.
“Justo Sierra”. Versión digital.
Recomendaciones del editor:
Si desea saber más sobre la historia de México, dé clic en nuestra sección “Justo Sierra”.
Justo Sierra. La cabeza de la transformación educativa en el Porfiriato