El general Felipe Ángeles junto a Pancho Villa

La etapa guerrera, 1913-1919

Pedro Salmerón Sanginés

Felipe Ángeles llegó a Chihuahua justo a tiempo para participar en la mayor operación militar que se había librado en la Revolución hasta ese momento: la batalla o batallas que, por el dominio de la Comarca Lagunera, enfrentó a la División del Norte contra fuerzas federales del gobierno del general Victoriano Huerta, entre el 20 de marzo y el 10 de abril de 1914.

 

Cuando se reconstruye la historia del militar hidalguense, suele destacarse la diferencia de trato que había recibido en Hermosillo, en sus inicios en el Ejército Constitucionalista en octubre de 1913, del que tuvo entre las filas villistas. Es un error de perspectiva: los jefes sonorenses reaccionaron ante la imposición sobre ellos de un jefe de origen federal; para los villistas, estaba claro que venía a ocupar una posición subalterna, como jefe de la Brigada de Artillería. El hecho es que durante las batallas de La Laguna, Ángeles no sólo se entendió perfectamente con Villa, sino que se incorporó con plenos derechos al cuadro de mandos político-militares de la División del Norte.

 

Cuando Ángeles llegó a Chihuahua, la capital de ese estado llevaba más de tres meses en manos de los villistas y se había convertido en un polo de atracción para colaboradores, amigos y parientes de Francisco I. Madero –asesinado en febrero de 1913– que sentían que Venustiano Carranza los ninguneaba o no les daba el lugar que creían merecer. Ángeles encajó naturalmente en ese grupo y habría de convertirse en una suerte de jefe informal del mismo. Pero mucho más importante que su identificación inmediata con aquellos maderistas, fue su acercamiento con los dirigentes agrarios y populares del villismo, que ejercían el mando en el campo de batalla.

 

La batalla de Zacatecas

 

Para muchos de sus biógrafos, Zacatecas representa el cenit de la carrera militar de Ángeles. Para el villismo era fundamental tomar esa plaza a sangre y fuego, en el momento en que se hacían evidentes las diferencias que terminarían por enfrentarlos con don Venustiano y sus seguidores. Era una cuestión tanto de control territorial como de exhibición de fuerzas y posicionamiento frente a la disputa por la nación contra el constitucionalismo.

 

Mientras Villa movilizaba a todas las fuerzas disponibles desde Torreón, envió por delante a los generales Felipe Ángeles y Tomás Urbina para explorer el terreno y diseñar la batalla, tarea que acometieron con ayuda del general Pánfilo Natera, jefe de la revolución constitucionalista en Zacatecas.

 

Cuando llegó Villa, el 22 de junio de 1914, aquellos generales habían formulado el plan de ataque y tomado las disposiciones correspondientes, que Villa aprobó con ligeras modificaciones. Ángeles y Urbina se atribuyeron mutuamente el diseño, pero parece claro que el mérito corresponde al primero.

 

A muchos historiadores les parece que el plan de ataque era un alarde de fuerza en el que Ángeles y Villa no pensaron en la vida de sus hombres. Un análisis general de la campaña nos permite advertir lo contrario: sabían que una lenta batalla de desgaste, una repetición de los combates de La Laguna, era superior a las fuerzas y los recursos de la División del Norte, e idearon una manera de resolver violentamente la contienda en unas pocas horas.

 

El 22 de junio llegó Villa a la estación de Calera y, escoltado por sus Dorados, se trasladó a la población de Morelos, donde Ángeles y Urbina habían establecido el cuartel general. Urbina explicó a su compadre, Pancho Villa, el plan de ataque, que consistía en aprovechar la superioridad numérica para atacar simultáneamente las posiciones atrincheradas de los federales en las crestas de los cerros que rodean a Zacatecas.Esa tarde y noche las fuerzas terminaron de ocupar las posiciones asignadas por el mando, y como se planeó se hizo: el 23 de junio los villistas tomaron una a una las fuertes posiciones federales que coronaban las alturas y ocuparon aquella ciudad en una batalla de proporciones legendarias. Ángeles escribió:

 

¡Qué corrección y qué armonía en la colocación de la infantería y la artillería! La artillería obrando en masas y con el casi exclusivo objeto de batir y neutralizar las tropas de la posición que deseaba ocupar la infantería […].
Y sobre esta concepción teórica, que resumía en grandes lineamientos la batalla, veía yo acumularse los episodios que más gratamente me impresionaron: la precisión de las fases; el ímpetu del ataque; el huracán de acero y plomo.

 

Ángeles veía en la de Zacatecas una acción de armas que se desarrolló como había aprendido que debían ser las batallas. Su regocijo –además de la victoria– se explica por la idea generalizada entre los militares de profesión de que la batalla es el acontecimiento por excelencia de la guerra, cuyo desenlace puede definir todo el conflicto. Desde la perspectiva de Ángeles, la de Zacatecas fue una batalla decisiva.

 

Porque esa misma noche parecía claro que en Zacatecas quedaba sellado el destino del antiguo régimen y que la caída de Huerta se consumaría en breve. Pero también estaba claro que, logrado el objetivo de echar al huertismo del poder, la gran confederación de fuerzas regionales que integraban los ejércitos revolucionarios perdía su principal elemento de cohesión. La escisión estaba a la vista.

 

La decisión estratégica

 

Menos de cinco meses después de la batalla de Zacatecas, la División del Norte estaba otra vez en guerra, ahora contra los constitucionalistas. Durante ese periodo, Ángeles jugó un papel destacado en las negociaciones realizadas en la Convención de Aguascalientes, donde los villistas lo propusieron como candidato presidencial, y desde ahí salió a Cuernavaca, a la cabeza de una importante comisión, para invitar a los zapatistas a incorporarse a las deliberaciones.

 

Fracasado el objetivo primordial de la Convención (evitar la guerra civil entre los revolucionarios victoriosos), reinició la lucha armada. Una brillante operación militar le dio a la alianza de la División del Norte y el Ejército Libertador del Sur (zapatista) el dominio de la ciudad de México a sólo tres semanas de iniciada la nueva guerra. Ahí, en Xochimilco y en la capital de la República, entre el 4 y el 10 de diciembre de 1914, se sellaron alianzas estratégicas y se tomaron decisiones fundamentales.

 

Desde aquellos días se construyó una explicación de la guerra civil según la cual la alianza villista-zapatista tenía todos los elementos a su favor para ganarla y que la perdieron porque no se plantearon la toma del poder, por ser campesinos e iletrados; además, porque Villa habría cometido el error irreparable de no atender el consejo de Ángeles en el sentido de lanzar toda la fuerza de la División del Norte contra Veracruz, sede del gobierno de Carranza.

 

¿Por qué Pancho no lo hizo? La respuesta de los historiadores a esta pregunta se ha convertido en uno de los mitos más poderosos sobre la Revolución mexicana: el de la incapacidad de los dirigentes campesinos para plantearse una estrategia militar de alcance nacional porque carecían de visión de Estado. Mucho se ha escrito y mucho hemos discutido sobre la propuesta de Ángeles: sin detenerse en la ciudad de México, la División del Norte debía continuar hacia el oriente, sin perder ritmo, y no parar hasta Veracruz, arrollando a su paso a las fuerzas acumuladas ahí por el carrancismo y ocupando la sede de gobierno de don Venustiano.

 

Pero el mando militar y, por lo tanto, la última palabra, no estaba en manos del prestigiado táctico de artillería, sino en las del abigeo semianalfabeto de las sierras de Durango, el general de división Francisco Villa. Ahora bien, en toda su carrera militar y particularmente durante la formidable ofensiva de la División del Norte que destruyó la voluntad de resistencia del ejército federal entre marzo y junio de 1914, Villa fue un jefe acostumbrado a consultar a sus subordinados y tomar decisiones después de haberlos escuchado con cuidado (lo que ha llevado a muchos historiadores a creer, erróneamente, que el verdadero artífice de esas victorias fue el general Ángeles), y esta vez no dejó de hacerlo.

 

En algunas de esas juntas de generales, en las que Villa defendía el plan elaborado en conjunto con Zapata, en el que la misión principal de la División del Norte era asegurar el norte y ocupar el noreste y la zona petrolera, Ángeles habría explicado muy plásticamente su propuesta:

 

—Oigo lo que me dice, mi general; pero considere que esos peligros menores desaparecerán en cuanto pase el grande peligro que Carranza representa. Aquellos jefes son como sombreros colgados de un perchero, que es Venustiano Carranza, y aconseja el buen uso de nuestros elementos no ir descolgando uno a uno los sombreros, mi general, sino quitar el perchero, para que de esa forma todos los dichos sombreros se caigan.

 

No obstante, el 10 de diciembre Villa ordenó a Ángeles que al frente de diez mil hombres partiera hacia Torreón, mientras él se movía a Jalisco al frente de otro contingente. Ángeles insistió en su propuesta de atacar Veracruz, pero Villa insistió en sus órdenes. El artillero se despidió diciendo que las acataría inmediatamente.

 

Sobre esa decisión se han tejido innumerables especulaciones en el sentido de que Villa cometió un gravísimo error de apreciación y que debió hacer caso a Ángeles. Se dice que, a diferencia de Villa y Zapata, dirigentes campesinos incapaces de trascender su estrecha visión localista, Ángeles era el único dirigente de la facción convencionista que tenía visión de Estado.Fue la decisión del comandante en jefe la que diluyó las supuestas ventajas de la facción convencionista, la que daría a la postre la victoria al carrancismo. En mi libro 1915: México en guerra he demostrado de forma documentada que no había tales ventajas de la facción convencionista en términos militares y mucho menos económicos, además de explicar la decisión de Villa en función de esa realidad y de un análisis que tomaba en cuenta los factores económicos y geopolíticos. Pero aún prevalece, domina, la creencia de que Ángeles tenía razón.

 

Esta publicación es sólo un fragmento del artículo "Ángeles Villista" del autor Pedro Salmerón Sanginés, que se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México número 99: http://relatosehistorias.mx/la-coleccion/99-felipe-angeles-un-extraordin...