El 19 de marzo de 1823, Iturbide fue orillado a abdicar el trono. El Congreso oficializó su exilio en Italia y le procuró una pensión vitalicia mientras permaneciera ahí.

Pero esta condición duró pocos meses, pues Iturbide se trasladó a Inglaterra, lo que hizo que su renta fuera cancelada. También se le declararía traidor si se atrevía a tocar el suelo de la recién formada patria. Para ellos, era claro que Iturbide intentaría embarcarse hacia América para recuperar el poder por las armas.

Iturbide plasmó en varias cartas que su regreso a México fue debido a las noticias que conoció en Europa sobre el apoyo de varias monarquías a las intenciones españolas de recuperar México. Que su voluntad era volver como un soldado más. Pero el Congreso ratificó que “la nación no necesita de los servicios del que la oprimió, pues tiene hijos que la sostengan”. Iturbide no supo de tales opiniones por estar ya en la mar rumbo al país.

A su llegada el 14 de julio de 1824 a Soto la Marina, Tamaulipas, se le comunicó sobre su traición y fusilamiento. El comandante de la plaza, Felipe de la Garza, y el Congreso local realizaron un rápido juicio desestimando toda defensa del acusado. Iturbide repartió entre los soldados las piezas de oro que llevaba, indicando que moría con honor y no como traidor.

Fue fusilado en Padilla, Tamaulipas el 19 de julio de 1824, teniendo por paredón una edificación que años después alojaría una escuela. Actualmente el último sitio que vio con vida a Iturbide borra doblemente su recuerdo, pues su área fue inundada para elaborar una presa, con el viejo pueblo de Padilla abandonado y sumergido. Además, dicha área fue bautizada como Presa Vicente Guerrero, lo que bien representa una doble tapizada.

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