No hay fuentes o testimonios directos que constaten que Guerrero e Iturbide se dieron un abrazo en el poblado de Acatempan (hoy en el municipio de Teloloapan, al norte del estado de Guerrero), e incluso hay duda de que su encuentro se haya llevado a cabo antes de la promulgación del Plan de Iguala el 24 de febrero de 1821. Sin embargo, sí hay elementos que permiten entender cómo, a lo largo del siglo XIX, se fue consolidando el relato histórico- patriótico de ese episodio que ha sido visto como el que selló el pacto de unión de sus ejércitos con el fin de lograr la independencia del territorio que hasta entonces era conocido como Nueva España.
El primero de ellos es la carta que Iturbide escribe a Guerrero el 4 de febrero de 1821, desde Tepecoacuilco (cercano a Iguala), en medio de las negociaciones del jefe realista para sumar a los insurgentes a su proyecto político. En dicha misiva, le expresa: “Estimado amigo: No dudo darle a usted este título, porque la firmeza y el valor son las cualidades primeras que constituyen el carácter del hombre de bien, y me lisonjeo de darle a usted en breve un abrazo que confirme mi expresión” (cursivas nuestras).
Poco tiempo después, el oficial Tomás Cajigal –que se había unido a las filas iturbidistas y después desertó– envió un parte al comandante realista José Gabriel de Armijo. Fechado el 18 de marzo, el documento hablaba de un encuentro entre Guerrero e Iturbide –quien había establecido su cuartel general en Teloloapan– llevado a cabo cuatro días antes en Acatempan. De acuerdo con el historiador Rodrigo Moreno, la intención de Cajigal era hacer ver mal a Iturbide al informar que había quedado subordinado al jefe insurgente. Tal propósito se confirmó cuando, el 24 de marzo, el régimen virreinal dio a conocer en su publicación oficial, la Gaceta del Gobierno de México, fragmentos de dicho parte, aunque sin mencionar al autor, pues solo dice que se trataba de “un sujeto que observa las operaciones del sedicioso Iturbide”:
“El día 14 [de marzo] se unieron en Teloloapan, trayendo Guerrero distintos oficiales de su farsa, mas no su canalla insurgente. Allí tenía Iturbide toda la tropa de caballería e infantería, que contada una y otra con tambores, pitos y cornetas, era el total de 970 hombres.
En el pueblo de Acatempa [sic], inmediato a Teloloapan, estaba la fuerza de Guerrero y Pedro Asensio [sic] compuesta de 400 hombres vestidos y el resto encuerados, y los más enteramente debilitados y enfermos, ascendiendo el total de fuerza a 1,800 hombres; allí pasó Iturbide, a quien recibieron con salvas cosa de 800 hombres formados en el pueblo, manteniéndose el resto acampados en los márgenes, desconfiando de este modo de Iturbide, y de unirse a sus tropas, temiendo encuentro con ellas, y por lo mismo hasta el día no se han unido ni lo verifican hasta tanto no se declare que Iturbide se entrega a ellos, lo que ya se cree ha hecho en virtud de haberles entregado la culebrina, cañones, parque, víveres y demás utensilios.”
Como se aprecia, no se habla de ningún abrazo. Sin embargo, la versión de que el encuentro se llevó a cabo en una fecha posterior a la promulgación del Plan de Iguala se ha apuntalado con una carta de Guerrero a Iturbide del 9 de marzo de 1821, en la que le comenta:
“Mañana muy temprano marcho sin falta de este punto [la misiva está firmada en Campo del Gallo, en Tlalpujahua, Mich.] para el de Ixcatepec, y en breve tendrá V. S. a la vista una parte del ejército de las Tres Garantías de que tendré el honor de ser un miembro; y de presentármele con la porción de beneméritos hombres que acaudillo, como un subordinado militar. Esta será la más relevante prueba que confirme lo que le tengo ofrecido, advirtiendo que mi demora ha sido indispensable para arreglar varias cosas, como le informará el militar D. Josef Secundino Figueroa […] reservo para nuestra vista manifestarle cuánto ha sido mi placer, y cuánto anhelo por comprobarle a V. S. mi buena disposición. Baste decirle con sinceridad que soy su más adicto y decidido servidor. [Cursivas nuestras.]”
Sin embargo, ni Iturbide ni Guerrero hicieron mención directa sobre algún encuentro entre ellos, por lo que en los años posteriores al nacimiento del México independiente, varios contemporáneos de los protagonistas e historiadores ofrecieron su versión de los hechos.
La más temprana de ellas fue la del político Vicente Rocafuerte (1783-1847), quien había nacido en el Guayaquil de la Nueva Granada y fue impulsor de las independencias hispanoamericanas, ferviente republicano, opositor a Iturbide y años después sería el segundo presidente de Ecuador. En 1822 publicó en Filadelfia su Bosquejo ligerísimo de la revolución de Mégico, desde el grito de Iguala hasta la proclamación imperial de Iturbide, en el que hablaba del encuentro:
“Verificada la entrevista que [Iturbide] pidió a Guerrero, le alucinó, asegurándole que […] él en sustancia no quería otra cosa sino la verdadera libertad de América; pero que si se trascendía esta intención, podía frustrarse la empresa, y por lo mismo era preciso dar la voz y llevar adelante las proposiciones del Plan de Iguala. […] No obstante todos estos inconvenientes, que se procuraban allanar del mejor modo posible, se dio el grito en Iguala.”
Como se aprecia, Rocafuerte ubica la entrevista antes de la promulgación del Plan de Iguala y como parte de las negociaciones para que el jefe insurgente se sumara al proyecto iturbidista. En su Cuadro histórico de la revolución mexicana –cuyo tomo quinto, que corresponde a esta etapa de la Independencia, fue publicado en su versión definitiva en 1846–, Carlos María de Bustamante (1774-1848), que había luchado al lado de los independentistas comandados por José María Morelos, sigue la misma línea que Rocafuerte, al señalar que “fue consecuencia de esta correspondencia [de enero y principios de febrero de 1821], una entrevista [de Iturbide] con Guerrero”, aunque no refiere el sitio del encuentro o algún abrazo.
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