Pasaban las primeras horas desde que había despuntado el alba cuando la Cucaracha ya no quiso caminar. Era el 18 de marzo de 1917 y el número inaugural del Excélsior debía estar en las calles, pero la rotativa de segunda mano, bautizada de tal forma por “vieja y fea”, se descompuso e hizo que se retrasara la impresión que marcaría el nacimiento del “periódico de la vida nacional”.