Derrotado en su natal Coahuila, de donde salió prácticamente huyendo, Carranza desplegó la suficiente habilidad política para construir un liderazgo nacional. El a primera vista imprudente desafío que lanzó a Victoriano Huerta y al Ejército federal en la hacienda de Guadalupe el 26 de marzo de 1913, al paso del tiempo sumó voluntades y ejércitos capaces de vencer al general golpista. Después superó con éxito el desconocimiento de los militares reunidos en la Convención de Aguascalientes. Apoyado en el brazo armado de Álvaro Obregón aniquiló a la hasta entonces invencible División del Norte y enrieló a la Revolución por la vía de las instituciones al promulgar la Constitución de 1917. Fueron siete años de ganar apuestas contra toda ley de probabilidades, pero allí estaba, en Palacio Nacional. Sin embargo, en 1919, al aproximarse la sucesión presidencial, perdería su última jugada... Eso le costó la vida.