Mariano Arista. Bajo su mando se dieron los primeros encuentros de México contra los Estados Unidos en 1846

Gerardo Díaz

Tras una gestión internacional, los restos del expresidente Mariano Arista fueron trasladados en 1881 a México y colocados en la Rotonda de los Hombres Ilustres de la capital del país.

 

Nacido el 26 de julio de 1802, Mariano Arista supo en su niñez del levantamiento llevado a cabo por el cura Miguel Hidalgo y del comienzo de la larga campaña virreinal en contra de los diversos insurgentes. Más tarde optó por la carrera de las armas en el ejército de la todavía Nueva España e ingresó muy joven como cadete a una institución militar en pie de guerra. En 1821, ya como miembro del Regimiento de Dragones y curtido con algunos encuentros, decidió adherirse al Plan de Iguala en favor de Agustín de Iturbide. La lucha que conoció desde joven terminó.

 

Con una carrera militar al alza, partícipe en la formación de un nuevo imperio y posteriormente una república, Arista se enfrentó a retos más allá del ejército: la política. Jugó sus fichas primero a favor de Iturbide, luego a favor de Antonio López de Santa Anna. Fue desterrado a Estados Unidos en 1833 pero perdonado pocos años después para regresar con el grado militar intacto y ocupar cargos de importancia dentro del ejército como magistrado del Tribunal de Guerra y general en jefe del Ejército del Norte.

 

Bajo su mando se dieron los primeros encuentros de México contra los Estados Unidos en 1846. Con él inició en buena medida la historia del “si hubiera hecho esto”; es decir, una crítica y numeración constante de los errores de los mandos mexicanos durante aquella guerra. Sin embargo, sus propios colegas no llegaron a enjuiciarlo por considerarle un jefe necesario dentro del ejército.

 

Tras la rendición mexicana en 1848, ocupó el cargo de secretario de Guerra y Marina. En 1851, tras una dura contienda electoral, fue declarado presidente de la República en una transición sumamente rara para la historia de México. No hubo cuartelazos, traiciones ni planes. Fue un relevo pacífico y constitucional.

 

Con la misma idea intentó gobernar. Durante su mandato, México concretó el primer telégrafo, se hicieron planes para establecer un ferrocarril entre la capital y Veracruz e incorporó a su gabinete a hombres como Ponciano Arriaga. Sin embargo, su gobierno también se caracterizó por una profunda debilidad económica. No fue un mal atribuible a Arista, pues había sido heredado de años de guerra y despilfarro anteriores. Pero esto poco importó y sus enemigos recordaron el arte de los cuartelazos y la traición.

 

Ante el conocimiento de que Santa Anna se hacía fuerte en el interior del país y la falta de apoyo del Congreso, Arista decidió renunciar en 1853 en algo que unos llamaron cobardía y otros tantos prudencia. Exiliado en Europa, murió en 1855.

 

 

La breve "Mariano Arista" del autor Gerardo Díaz se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México número 109