San Isidro Labrador, quita el agua y pon el sol

Antonio Rubial García

A partir de la difusión de su vida y milagros, el pequeño cuerpo “incorrupto” de Isidro fue sacado de su sepultura con mucha frecuencia, pues sus devotos solicitaban contemplarlo de cerca, tocarlo o frotarse con su sudario para obtener curaciones gracias a la reliquia.

 

El culto a este “venerable” se remonta al siglo XIII y el primer testimonio que dio noticias sobre él se encuentra en un códice escrito en latín por un tal Juan Diácono, a quien se le ha asociado con los frailes que atendían el convento de San Francisco de Madrid. La historia narrada por el códice hace referencia a un campesino cuyo pequeño cuerpo se veneraba incorrupto en una urna en la iglesia de San Andrés, templo construido sobre una mezquita que se encontraba en el barrio mudéjar de Madrid, donde supuestamente vivía el labrador.

A partir del códice de Juan Diácono, los historiadores posteriores supusieron que Isidro vivió más de noventa años (entre el 1070 o 1080 y el 1172) en esa villa, que por entonces se disputaban cristianos y musulmanes, por lo que algunos atribuyen al personaje un pasado islámico. La fuente, sin embargo, habla de él como un “cristiano viejo” que trabajaba en las tierras de su correligionario, Iván de Vargas, y le atribuye una serie de milagros que recuerdan mucho el espíritu franciscano: mientras Isidro rezaba, sus bueyes araban el campo para él −después se diría que guiados por ángeles−; un lobo atacó a su jumento sin causarle daño pues lo hizo mientras Isidro a los pobres, a las hormigas o las palomas; hizo brotar para su amo una fuente de agua con su aguijada, lo que recuerda a los zahoríes musulmanes que se valían de una varita para averiguar en qué lugar se encontraban los cauces subterráneos.

La fuente ahondó también sobre los milagros póstumos realizados por mediación de su cadáver incorrupto: castigos para aquellos que atacaban su culto o no cumplían con los votos y promesas ante su urna; curaciones milagrosas de todo tipo y concesión de lluvias a los pobladores después de realizar rogativas.

A partir de la difusión de su vida y milagros, el pequeño cuerpo “incorrupto” de Isidro fue sacado de su sepultura con mucha frecuencia, pues sus devotos solicitaban contemplarlo de cerca, tocarlo o frotarse con su sudario para obtener curaciones gracias a la reliquia. El mal estado que comenzó a mostrar por tales manipulaciones obligó a los encargados a limitar dichas presentaciones solo a los aristócratas, a los reyes y a los altos dignatarios de la Iglesia que lo solicitaban.

En tiempos de los Reyes Católicos, el templo de San Andrés fue remodelado y en 1504 el cardenal franciscano, Francisco Ximénez de Cisneros, promocionó el culto a Isidro y comisionó al arcipreste de Maqueda abrir el sepulcro y exponer el cadáver por nueve días. Pero el pequeño esqueleto ya estaba muy deteriorado por lo que, sin dar a conocer el hecho al público, se intercambió por una momia mejor conservada y de talla mucho mayor. Nadie notó el canje y a partir de entonces San Isidro se representaría con un nuevo cuerpo heroico, más apropiado para el destino que se le deparaba.

 

Si desea leer el artículo completo, adquiera nuestra edición #163 impresa o digital:

“Vida cotidiana en Nueva España”. Versión impresa.

“Vida cotidiana en Nueva España”. Versión digital.

 

Recomendaciones del editor:

Si desea conocer más historias sobre la vida religiosa en México, dé clic en nuestra sección “Vida Religiosa”.  

 

Antonio Rubial García. Doctor en Historia de México por la UNAM y en Filosofía y Letras por la Universidad de Sevilla (España). Se ha especializado en historia social y cultural de la Nueva España (siglos XVI y XVII), así como en cultura en la Edad Media. Entre sus publicaciones destacan: La Justicia de Dios. La violencia física y simbólica de los santos en la historia del cristianismo (Ediciones de Educación y Cultura/Trama Editorial, 2011); El paraíso de los elegidos. Una lectura de la historia cultural de Nueva España (1521-1804) (FCE/UNAM, 2010); Monjas, cortesanos y plebeyos. La vida cotidiana en la época de sor Juana (Taurus, 2005); La santidad controvertida (FCE/UNAM, 1999); y La plaza, el palacio y el convento. La Ciudad de México en el siglo XVII (Conaculta, 1998).

 

Title Printed: 

San Isidro Labrador, quita el agua y pon el sol