Reflexiones sobre la gran pandemia de 1918

En aquel entonces se sospechaba que los virus existían, pero aún no se les identificaba y la manera como se les debe combatir se estudia hasta la fecha.

Las muertes dejaron de ocurrir en México de mediados de diciembre de 1918 a finales de enero del siguiente año, seguramente porque la población sobreviviente tenía ya las armas inmunológicas en su propio organismo para resistir a los siguientes ataques. La acusación que se hizo al Consejo Superior de Salubridad de no saber ni siquiera cuál era el microorganismo culpable y cómo atacarlo, era inusitada. En aquel entonces se sospechaba que los virus existían, pero aún no se les identificaba y la manera como se les debe combatir se estudia hasta la fecha. Se desconoce por qué algunos provocan una gripe pasajera sin mayores consecuencias y por qué otros llevan a pandemias que se extienden a toda velocidad por el mundo. No se sabe por qué en la epidemia de 1918 el mayor número de muertes se dio en jóvenes, de veinte a cuarenta años, y tampoco hay total certeza por qué en la de 2020 los fallecidos son en su mayor parte personas mayores.

En 1918 murieron por la influenza alrededor de trescientos mil mexicanos, una gran tragedia si además se considera que el país atravesaba por luchas revolucionarias, escasez y hambre.

Consuelo Cuevas-Cardona. Bióloga y doctora en Ciencias por la UNAM. Es profesora e investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y miembro del SNI. Se ha dedicado a la divulgación de la ciencia y ha publicado diversos libros y artículos en revistas científicas. Sus trabajos se han enfocado en la historia de la ciencia –con énfasis en la biología–, así como en grupos y centros de investigación en México entre los siglos XIX y XX.

Cuevas-Cardona, Consuelo, “La gran pandemia de 1918”, Relatos e Historias en México, núm. 141, pp. 22-25.

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