La versión de Lorenzo de Zavala, la única que mencionaba el abrazo entre Guerrero e Iturbide, se consolidó como válida al paso de los años, principalmente entre el grupo liberal. Así, para el 16 de septiembre de 1861 los jóvenes Juan A. Mateos (1831-1913) y Vicente Riva Palacio (1832-1896; nieto del insurgente suriano) presentaron el drama en tres actos y en verso El abrazo de Acatempan o el primer día de la bandera nacional, nada más y nada menos que en el Teatro de Iturbide de Ciudad de México, para lo que se anunció la presencia del presidente Benito Juárez en un palco de honor.
La obra, que había ganado un concurso convocado por el gobierno para una composición teatral con tema patrio, tuvo mucho éxito. De acuerdo con el historiador Miguel Ángel Vásquez, se estrenó en el marco de las conmemoraciones por la Independencia, en las que se organizaban una serie de actividades cívico-festivas y se adornaba el Teatro de Iturbide con motivos ad hoc.
Aunque el drama original no se ha hallado, Vásquez comenta que presenta el encuentro entre Iturbide y Guerrero y su alianza en la búsqueda del bien colectivo, aparte de que la prensa de la época reprodujo fragmentos del final: “surgen en la escena los principios de unión y fraternidad, simbolizados por la bandera que ondea al final de la obra, para alentar el sentimiento patriótico del público y su apoyo al ejército liberal ligado, simbólicamente, a las tropas insurgentes”.
El drama de Mateos y Riva Palacio se siguió presentando en los años siguientes. Pese a que solo se contaba con la versión de Zavala para dar sustento al episodio, el Abrazo de Acatempan (ya con máyusculas) se fue consolidando como un evento fundamental en el relato patriótico de la historia de la Independencia de México, con el apoyo del Estado.
Asimismo, el propio Mateos publicó en 1869 la novela histórica Los insurgentes (continuación de Sacerdote y caudillo. Memorias de la insurrección, que había salido a la luz en ese mismo año y estaba dedicada a Miguel Hidalgo), con prólogo y epílogo de su amigo Riva Palacio. Allí también retomaba el encuentro entre Guerrero e Iturbide, al final del cual “los dos caudillos salieron abrazados delante de sus tropas, que los vitorearon con un entusiasmo sin límites. Esa página la recuerda nuestra historia bajo el nombre de El Abrazo de Acatempan”.
Con la afirmación de los liberales republicanos en el poder, el Abrazo de Acatempan adquirió representación gráfica en obras como el óleo de Román Sagredo de 1870 (el cual abre este artículo y en la actualidad es parte del acervo del Museo Nacional de Historia) o en Hombres ilustres mexicanos –editado por Eduardo L. Gallo en 1874 y en la que se reproduce el escrito de Lafragua sobre Guerrero–, en el que se incluye una litografía alusiva de Santiago Hernández. Pero lo más importante es que empezó a formar parte de la historia oficial, en especial con la obra colectiva México a través de los siglos (publicada en la década de 1880 a iniciativa del presidente Manuel González y bajo la dirección de –sí, adivinó– Vicente Riva Palacio), en cuyo tomo tercero, a cargo de Julio Zárate, se dio mayor peso a la versión de Lorenzo de Zavala, aunque también se hizo mención del cuestionamiento de Alamán, y se agregaba: “A falta de documentos que comprueben o desmientan la entrevista de Acatempan, hemos expuesto los contrarios asertos de dos autores, contemporáneos de aquellos sucesos, debiendo añadir que otros escritores de la época aseguran haberse efectuado esa conferencia, y que la opinión común admite como una tradición que quizás tiene su origen en las relaciones de los muchos testigos presenciales de aquel acto tan notable”.
Con todo, para esos años la prensa ya hablaba del Abrazo de Acatempan como la fecha en que “quedó consumada nuestra gloriosa guerra de Independencia”, aunque para la conmemoración se fijaba el 10 de enero de 1821 como el día del episodio, como también lo había hecho Manuel Payno en su Compendio de la historia de México, para el uso de los establecimientos de instrucción pública de la República Mexicana (1879), utilizado como libro de texto a nivel nacional.
En pleno Porfiriato, Ireneo Paz se hizo eco de ese relato patriótico al recrear el ya mitificado Abrazo de Acatempan en su obra Guerrero. Y así, con el comienzo, terminamos esta historia, no sin antes mencionar que, en la actualidad, el gobierno municipal de Teloloapan (en cuya entrada se erige un monumento alusivo a dicho evento) conmemora el episodio el 10 de enero, mientras que la administración estatal de Guerrero y el gobierno federal suelen hacerlo el 10 de febrero, sin que tengamos noticia de un motivo claro para ello.
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El mito del Abrazo de Acatempan