Fortuna, influencia política y formación académica, sumados al anhelo nacional del restablecimiento del orden y la mejora en las condiciones materiales, confluyeron como elementos a favor de José Yves Limantour para su buena inserción en la vida política y económica del México porfirista.
Limantour ocupó la Secretaría de Hacienda por dieciocho años durante el régimen de Porfirio Díaz. A lo largo de su gestión administrativa concentró sus esfuerzos tanto en continuar los proyectos de sus antecesores, Matías Romero y Manuel Dublán, como en idear nuevas estrategias para consolidar la Hacienda pública y promover el tan deseado progreso económico nacional. Desde la Secretaría de Hacienda, ideó y concretó el proyecto modernizador del Estado porfiriano que, como es bien sabido, fue considerado como uno de los principales baluartes para legitimar la permanencia del caudillo en el poder.
Nació en Ciudad de México (1854), en el seno de una familia acomodada de origen francés que tenía estrechos vínculos con los gobiernos de Benito Juárez y de Díaz, y se formó en la Escuela Nacional Preparatoria bajo los preceptos positivistas de la institución, lo que dejó una honda impronta en su modo de proceder en los distintos encargos que le fueron asignados a lo largo de su vida pública.
Si bien el joven Limantour estudió derecho en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, fue gracias a sus constantes viajes a Europa donde adquirió formación de economista con connotados personajes como LeRoy Beaulieu y Anselme Polycarpe Batbie.
El interés por el ámbito económico y la buena opinión de sus maestros, Ignacio Ramírez y Protasio Tagle, le valieron los nombramientos como profesor interino de Economía Política en la Escuela de Comercio y como secretario de la comisión encargada de negociar un tratado de reciprocidad comercial entre México y Estados Unidos. Al mismo tiempo publicó varias disertaciones sobre legislación y economía en el periódico de jurisprudencia El Foro, dirigido por Justo Sierra, del que también fue propietario.
Hacia la década de los ochenta, durante su labor como diputado por el Distrito Federal en el Congreso de la Unión y regidor del Ayuntamiento de Ciudad de México, formó parte de varios proyectos entre los que destaca la Junta Directiva del Desagüe del Valle de México. Además fue nombrado delegado por México en el Congreso Panamericano realizado en Washington en 1889 –cuyo objetivo era acordar un tratado de reciprocidad comercial entre todas las naciones del continente– y participó en la Conferencia para la abolición de las alcabalas, organizada por el secretario Manuel Dublán en 1891. Como mencionó el mismo secretario en sus Apuntes sobre mi vida pública, su buen desempeño en todas aquellas comisiones, los conocimientos, la experiencia en materias administrativas y la honradez fueron los elementos que le hicieron acreedor al puesto de secretario de Hacienda en 1893.
La gestión de Limantour a cargo de la Secretaría de Hacienda fue muy aplaudida en su época, incluso se le consideró como el mago de las finanzas porque había logrado lo inimaginable: el anhelado equilibro presupuestario, la consolidación de las finanzas públicas y el reconocimiento internacional de la estabilidad financiera del Estado mexicano. Frente a ello, también fue objeto de enconadas críticas, ya que al formar parte de los Científicos se le acusaba de atender solo los intereses de ese grupo que bajo el liderazgo de Justo Sierra se había organizado como Unión Liberal, y se autodefinían como liberales-conservadores.
Por su origen liberal, consideraban que el progreso solo podía alcanzarse con un Estado fuerte y centralizado que fomentara la iniciativa individual, ya que a su parecer se encontraba escasamente desarrollada en México, y el método para transformar al país debían venir de la ciencia y de la economía. Esto significaba que el proyecto de nación ideado por el secretario requería de un Estado fuerte en lo político y con una mayor intervención en la dinámica económica.
El liberalismo porfiriano se ha denominado por algunos autores como positivista, oligárquico, desarrollista y/o pragmático en buena medida por la estrecha relación entre el gobierno y los principales grupos de poder. Independientemente del apellido, lo cierto es que los liberales-conservadores se distanciaban de manera significativa de sus antecesores al considerar al Estado como un agente regulador de primer orden en la lucha por la sobrevivencia económica. De ahí que buena parte de los esfuerzos de Limantour al mando de la Secretaría de Hacienda se encaminaran, como se decía en la época, al “robustecimiento del poder público”.
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Iliana Quintanar Zárate. Doctora en Historia por El Colegio de México y profesora titular de la División de Historia del CIDE. Su campo de estudio es la política económica y la banca durante el Porfiriato, así como las redes de crédito y negocios de la Nueva España y La Habana en el siglo XVIII. También se interesa por la historia digital y sus aplicaciones en el análisis económico y la docencia. Ha colaborado en revistas académicas y libros colectivos; su publicación más reciente es “El Estado porfiriano y la centralización administrativa (1892-1911)”, en María Eugenia Romero Sotelo (coord.), Una historia de la idea de nacionalismo en México: actores e instituciones (Facultad de Economía-UNAM, 2020).
José Yves Limantour, el mago de las finanzas del régimen porfirista