El periodismo de Rip-Rip durante la Revolución

Ricardo Cruz García

En marzo de 1910 el periodista Rafael Martínez, mejor recordado por su seudónimo Rip-Rip, conoció, para bien y para mal, el carácter del líder político de oposición más importante de aquellos años.

 

Habían pasado unas cuantas semanas del surgimiento del movimiento antirreeleccionista mediante el cual el coahuilense Francisco I. Madero intentaría enfrentarse al presidente Porfirio Díaz, y para ello necesitaría de una prensa fiel que ampliara su voz y respaldara su proyecto rumbo a las elecciones de ese año.

Sin embargo, también había preocupación, problemas y tensiones dentro del movimiento, lo cual podía hacer que Madero brincara de una actitud cordial, generosa y complaciente a una hostil, dura o implacable. Rip-Rip fue testigo de ello aquel 25 de marzo de 1910 en un conflicto que permite vislumbrar la urdimbre tejida por un grupo político en busca del poder, el periodismo y el dinero (o la falta de), en un momento crucial de un proceso que derivaría en el inicio de la Revolución mexicana y el derrocamiento del gobierno porfirista.

¿Rip-Rip?

Hoy quizá no sea un seudónimo fácil de reconocer, pero en los tiempos de Rafael Martínez Gómez, nacido en la Ciudad de México en 1881, tal apelativo gozaba de cierta popularidad. Antes lo habían usado el escritor Amado Nervo y el periodista Juan Sánchez Azcona, basándose en una leyenda popular estadounidense que rescató en un cuento el escritor Washington Irving, el cual refiere la historia de un hombre que despierta en un mundo muy distinto después de años de permanecer dormido.

Periodista y tipógrafo, Martínez se inició en el oficio en El Noticioso (1880) de Ángel Pola y en los talleres de Ireneo Paz, quien editaba La Patria (1877-1914). Años más tarde, fue editor de La Correspondencia Agrícola, de Guanajuato.

Con el surgimiento del movimiento antirreeleccionista, fue uno de los periodistas más fieles a Madero, a pesar de sus rencillas con él. En los años revolucionarios colaboró en El Monitor, México Nuevo, Diario del Hogar, La Patria, El Liberal y El Pueblo. Pero fue en marzo de 1910 cuando le llegó la oportunidad de dirigir el periódico que se proyectaría como el vocero oficial del antirreleccionismo en ese periodo: El Constitucional.

Martínez llegó a la dirección de esa publicación por recomendación de Emilio Vázquez Gómez –uno de los principales dirigentes del antirreleeccionismo– y para sustituir a Moisés A. Sanz, quien se encontraba enfermo. Desde su fundación en diciembre de 1909, la línea editorial del periódico era manejada por Madero, y así siguió siendo al encabezarlo Rip-Rip, a quien el líder felicitó al llegar al cargo y por hacer un impreso “patriota y viril”.

A partir de julio de 1910, El Constitucional comenzó a publicarse diariamente, después de que Gustavo A. Madero pagara una deuda que el periódico tenía con la tipografía El Progreso Latino. Luego, se editó en la imprenta del periódico El Antirreeleccionista, el otro vocero del movimiento y el cual era manejado por Vázquez Gómez. Al poco tiempo, Madero le envió a Martínez una prensa dúplex –seguramente la que su hermano Gustavo obtuvo cuando, en mayo de 1910, compró El Centinela de Monterrey– para que imprimiera El Constitucional, junto con el antiporfirista Diario del Hogar, del célebre Filomeno Mata.

Un “limón viejo exprimido”

Sin embargo, para ese momento el diario ya mostraba graves problemas por falta de recursos pecuniarios y Rip-Rip intentó obtenerlos por medio de una solicitud pública. Entonces empezaron las diferencias con Madero, quien le comentó en una carta: “Hasta ahora casi exclusivamente yo he sostenido El Constitucional y estoy dispuesto a seguirlo sosteniendo, pues me intereso porque ese periódico siga adelante; pero en vez de venir a hablar conmigo como le he dicho varias veces, se puso a publicar una iniciativa sin siquiera consultarlo previamente conmigo”.

Ante los reclamos del entonces candidato presidencial y luego de que Madero le “recomendara” a una persona para que colaborara en el periódico (lo que más bien representaba una orden), Martínez decidió renunciar. Al parecer, no pensaba aguantar tanta intromisión en la dirección de El Constitucional, aunque no podía olvidar que el coahuilense era el dueño del impreso.

Después de insistirle para que se quedara –principalmente porque Heriberto Frías, un periodista reconocido por su denuncia de la matanza de Tomochic de 1892, aún no le respondía a Madero si aceptaba hacerse cargo del diario–, Martínez desistió de su renuncia, pero en agosto de 1910 el líder del movimiento le dio órdenes precisas de lo que debía hacer. En lo político: “Siendo El Constitucional el órgano oficial del Partido Antirreeleccionista debe defender la política oficial de este partido”; en el ámbito interno: “el periódico está mal administrado, pues entiendo que no lleva las cuentas en su debida regla”, por lo cual le ordenó buscar a un buen administrador, así como un técnico que arreglara la imprenta. Por si fuera poco, le dijo: “Creo que ha echado un cargo demasiado grande sobre sus hombros y que no puede Ud. llevarlo solo. […] Deseo también que procure tener la colaboración lo más seguido de Heriberto Frías, a quien di instrucciones sobre el modo como debía escribir sus artículos”.

Ante ello, el 22 de agosto, a través de las páginas de El Constitucional, Martínez renunció; después, le exigió a Madero el pago debido por su trabajo como director, a lo que el coahuilense replicó:

“Ud. comprenderá que desde el momento en que todos me han hecho a un lado, como si no fuera nada en El Constitucional, no estoy dispuesto a seguir desembolsando, hasta no saber cómo está el periódico y también saber cómo quedaron las cuentas, pues […] “El Progreso Latino” cobra quinientos y pico de pesos y yo le mandé a usted esa cantidad desde hace tiempo […]. Así es que necesito una explicación sobre todo esto.”

Por problemas de dinero terminaron mal este asunto. Martínez sugirió que Madero se había quedado con su pago y que, después de haber trabajado con él, lo arrojaba como un “limón viejo exprimido”, a lo que el líder replicó:

“Me dice […] que me robé lo de usted. ¿Me ha conocido como ladrón? O ¿por qué motivo me insulta usted de un modo tan gratuito y grosero? Ni yo, ni la causa que represento, necesitan ni un centavo de Ud., ni menos dispondremos de lo ajeno. Si yo exijo cuentas, es porque estoy en mi derecho.

Constándole a usted que El Constitucional es mío, puesto que usted sabe que he pagado todas las facturas, se ha puesto a entregarlo sin mi consentimiento a quien se le ha ocurrido.

[…] Si Ud. desea que sigamos en buenas relaciones, exijo que por telégrafo retire sus palabras insultantes y me pida una disculpa.”

En una carta posterior, Madero todavía le dijo: “Se ha portado Ud. con la ligereza de un niño en este asunto. Debe comprender que cuando hay alguna dificultad entre correligionarios, se arreglan los asuntos procurando que no se entere el enemigo de ellos, y Ud. por el contrario, hasta me ha insultado por el conducto de nuestros adversarios”. Al final, el coahuilense prometió pagarle lo que Martínez pedía, además de otra deuda con El Progreso Latino: “Espero que esto le hará en lo sucesivo ser más prudente y, sobre todo, más mesurado cuando se dirija a mí”.

 

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