El falso sobrino del papa

Gabriel Torres Puga

Tras ser revelado como un falso sobrino del papa, el embustero Sambeli colmó la paciencia del mismo virrey, quien ordenó su aprehensión y expulsión perpetua con trabajo forzoso. Lo último que se supo es que fracasaron sus peticiones de indulto.

 

En la época colonial, embarcarse a América fue una oportunidad de escape para muchos europeos en desgracia o problemas. El sueño de las Indias era para ellos un anhelo de ascenso social y sobre todo de liberación que chocaba, sin embargo, con los obstáculos y dificultades que imponía la realidad americana.

La falta de capital y las restricciones legales para el trayecto eran los principales obstáculos para este tipo de migrantes que solían falsificar la licencia o recurrir a negociantes sin escrúpulos para embarcar. Aventureros sin algún destino claro, sin capital ni familia, mentían u ocultaban parte de su vida pasada para alcanzar el Nuevo Mundo.

Mientras algunos tomaron ese camino para rehacer o corregir el rumbo de sus destinos, otros hicieron del engaño su modo de vida: sujetos que lograron representar en América el papel de lo que en Europa habían intentado y no habían logrado ser. Eran impostores de oficio que podían asumir diversas identidades y representarlas con vehemencia. Solían ser autodidactas y sacar el máximo provecho de sus conocimientos. Leían, copiaban, imitaban; como esponjas, se instruían en las conversaciones cotidianas y ejercitaban la memoria para apropiarse del pasado de otros.

Uno de estos impostores protagonizó un episodio singular que alarmó a las autoridades de la Corona en 1767, tiempos en que Carlos III expulsaba a los jesuitas de sus territorios. El embustero era veneciano, si es que algo de lo que contó sobre su origen era verdad. Sus historias de juventud, muy detalladas, refieren la huida de una casa nobiliaria.

Pero difieren en lo esencial: ¿era el hijo de una recamarera?, ¿o el hijo problemático de un noble veneciano? Además de leer y escribir, tenía principios de educación religiosa, la suficiente como para convencer a medio mundo de que era clérigo de menores órdenes; es decir, que había hecho la carrera sacerdotal sin llegar a ser sacerdote. Como quiera que fuese, no hizo el viaje a Nueva España como clérigo, sino como soldado voluntario, bajo el nombre de José Noli.

Tenía menos de treinta años cuando arribó al puerto de Veracruz, en 1764, en uno de los barcos cargados de soldados que llegaron después de la desastrosa Guerra de los Siete Años. Durante varios meses el aventurero se mantuvo con la tropa, pero a la primera oportunidad escapó hacia Puebla. Zurció su casaca militar para venderla, compró unos hábitos, se tonsuró la cabeza y comenzó a presentarse como un clérigo, con el apellido de Sambeli. Durante varios meses encontró cobijo en la casa de un sacristán, cuyo sobrino también era desertor, y después en la de un sacerdote.

El impostor Sambeli relataba historias sobre su fina cuna, sus parientes en todo el mundo, sus aventuras en Italia, su frustrada carrera sacerdotal y sus deseos de casarse; mentiras elocuentes que usó para cortejar a la hermana del sacerdote y a otra mujer que vivía en la casa. A ambas sedujo y les dio promesa de matrimonio; cuando la primera le dio sus alhajas como dote, escapó nuevamente.

Siguió su trayecto vestido de eclesiástico y es probable que aprovechara la ocasión para celebrar la misa en más de un pueblo. La ropa apropiada y una actuación de respetabilidad facilitaban sus embustes. Con ellos consiguió que un posadero le alquilara su caballo, y con la venta de este logró establecerse un tiempo en Ciudad de México, hasta que fue detenido y enviado a Puebla, a petición de la justicia eclesiástica. Tratado como un clérigo vagabundo, Sambeli pidió perdón, apelando a su pobreza y a las desventuras sufridas. El juez no lo castigó con severidad, pero decidió mantenerlo en la cárcel, mientras el veneciano encontraba el modo de pagar su deuda y embarcarse de regreso a Europa. Comenzaba el año de 1767.

Preso en la cárcel del obispado de Puebla, Sambeli hizo amistad con José de Burgos, un viejo sacerdote que había sido expulsado varios años antes de la Compañía de Jesús por su mala conducta y afición a la bebida, las mismas razones que lo habían conducido a la cárcel episcopal. Burgos le contó sus desventuras y su oposición al obispo de Puebla, que le impedía residir en Ciudad de México. Sambeli, por su parte, le contó historias fantásticas sobre su vida, como la de ser de apellido Rezzonico, hijo perseguido de una casa noble de Venecia y sobrino del Pontífice actual, Clemente XIII, quien lo había ordenado sacerdote siendo apenas un niño.

 

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