Derechos civiles, música y marihuana II

Ismael Villafranco

Dylan era admirador de la Generación Beat, misma que una década antes fundaba sus principios estéticos en escribir versos al estilo del jazz y que venía impulsando conceptos afines con la naciente contracultura, como el fumar marihuana para poder entrar en otros estados de consciencia y así trabajar su arte.

 

En 1960 se llevó a cabo la segunda edición del Festival de Música Folk de Newport (Rhode Island, EUA), impulsado por Peter Seeger, que conocía el impacto que tenía la música en las personas, pues era hijo del pacifista Charles Louis Seeger, musicólogo nacido en Ciudad de México que estudió la influencia de la música en la vida social. Peter invitó al cantautor Woody Guthrie a unirse al grupo Almanac Singers. Woody llevaba algún tiempo en Nueva York, pues publicaba su columna “Woody Sez” en People’s World, el periódico nacional del Partido Comunista. Peter fue además cofundador de People’s Songs, una organización dedicada a crear, promover y distribuir música sobre la vida laboral estadounidense.

A inicios de 1960, un joven admirador de Woody, Robert Allen Zimmerman, decidió seguir sus pasos bajo el nombre de Bob Dylan. Así, abandonó sus estudios universitarios para ir a la Gran Manzana a conocerlo en persona y labrar su propio talento. Dylan era admirador de la Generación Beat, misma que una década antes fundaba sus principios estéticos en escribir versos al estilo del jazz y que venía impulsando conceptos afines con la naciente contracultura, como el fumar marihuana para poder entrar en otros estados de consciencia y así trabajar su arte. De esta forma refutaba los pretextos que el gobierno difundió sobre el consumo de cannabis para justificar su prohibición, pues a pesar de que, en 1944, La Guardia Report de la Academia de Medicina de Nueva York publicó un estudio en donde desmentían los peligros que infundió el gobierno sobre su consumo, durante los cincuenta se endurecieron las sentencias: hasta diez años de cárcel por posesión y multas de veinte mil dólares.

 

Villafranco, Ismael, “Derechos civiles, música y marihuana II”, Relatos e Historias en México, núm. 141, pp. 38-39.

 

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