Elena Delfina Garro Navarro, la ingobernable, contradictoria, talentosa, seductora y polémica escritora mexicana, nació en la ciudad de Puebla hace casi cien años, el 11 de diciembre de 1916, dejó una profunda huella en la literatura hispanoamericana del siglo XX, pero murió casi en el olvido.
Su padre, José Antonio Garro, era un culto emigrante asturiano, y su madre, Esperanza Navarro, una maestra rural originaria de Chihuahua. De acuerdo a las declaraciones de Elena, sus padres le permitieron desarrollar su verdadera naturaleza de “particula revoltosa”. Le fomentaron el amor por las letras, disciplina en la que destacaría como pocos. De hecho, la importancia de su obra es tal que algunos literatos han afirmado que después de Sor Juana Inés de la Cruz, Garro ha sido la mejor escritora de México.
A los dieciocho años Elena llegó a la capital del país para ingresar a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, a la par que estudió danza y teatro. Pronto se convirtió en coreógrafa del Teatro Universitario y comenzó a actuar en algunas obras. Aunque no concluyó su carrera en Letras, gozó la fortuna de tener a grandes maestros en esa facultad y en el ámbito teatral, entre los que destacan Samuel Ramos e Hilario Medina en filosofía e historia; Julio Bracho, Julio Jiménez Rueda y Rodolfo Usigli en el arte de las tablas; además de Julio Torri y Enrique González Martínez en literatura, poesía y francés.
Dramaturga, actriz, modelo, poeta, novelista, periodista y activista social, siempre se caracterizó por su elegancia, su belleza, sus desplantes y polémicas con gran parte de los intelectuales del país; incluso, varios de ellos la tildaron de superficial y contradictoria.
Muy joven, mientras estudiaba, contrajo nupcias con el poeta y posterior Premio Nobel, Octavio Paz. Con él estaría veintidós años: de 1937 a 1959. Alguna vez Elena narró cómo lo conoció: “En casa de mi tía Marga […]. Junto al piano había algunos jóvenes que cuchicheaban y me miraban. Uno se acercó a invitarme a bailar. ‘No bailo’, le dije. Me tiró del brazo: ‘La conozco muy bien’ […], dijo con insolencia”. Era Octavio Paz.
Garro vivió entre el glamour y el autosabotaje. Fue amiga de Christian Dior, Pablo Picasso y Jean-Paul Sartre durante los años que vivió en París, de 1946 a 1952, a causa del trabajo diplomático de su esposo. Era la época en que la Ciudad de la Luz era el centro del mundo occidental y cuna de las revoluciones artísticas…
Esta publicación es un extracto del artículo “Partícula Revoltosa” del autor Ricardo Lugo Viñas y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, número 96.