El Museo Nacional fue el primer centro de investigación científica que surgió una vez que México logró su independencia. En sus estatutos de 1825 se planteaba que debía ser un lugar que contuviera los documentos, monumentos, pinturas, máquinas científicas y colecciones de historia natural que permitieran brindar a la población conocimientos sobre diferentes aspectos del país: su historia, su arqueología, sus habitantes, sus productos naturales y las propiedades de su suelo y su clima, entre otros aspectos. Se decía también que, en cuanto las circunstancias lo permitieran, se contrataría a profesores de los diferentes ramos de antigüedades y ciencias naturales.
Durante varios años, el Museo ocupó una sala en la Real y Pontificia Universidad de México, hasta que Maximiliano de Habsburgo, dado que desapareció la Universidad, le asignó un edificio propio situado junto a Palacio Nacional, en la calle de Moneda de la capital del país, donde hoy se encuentra el Museo Nacional de las Culturas del Mundo. Sin embargo, el nombramiento de profesores ocurrió posteriormente, durante el gobierno de Benito Juárez, cuando en 1868 fueron contratados Antonio del Castillo, como profesor de mineralogía, geología y paleontología; Gumesindo (o Gumersindo) Mendoza, como profesor de zoología y botánica, y Antonio Peñafiel como preparador. En 1869 fue contratado Jesús Sánchez como recolector y en 1870 Manuel María Villada como recolector interino ayudante del preparador. En años posteriores llegaron otros naturalistas, entre ellos José María Velasco, quien, además de realizar estudios sobre flora y fauna, era el dibujante y fotógrafo del museo.
De naturalistas a historiadores
Desde su creación, se planteó que el Museo Nacional tendría dos secciones: la de Historia Natural y la de Historia y Arqueología. Sin embargo, de 1868 a 1888 solo hubo profesores naturalistas, por lo que la segunda sección estuvo a cargo de los directores. Un ejemplo de esto fue Gumesindo Mendoza, quien ocupó la dirección de 1876 a 1886 y que, después de haberse dedicado al estudio de las plantas medicinales, escribió artículos de historia y arqueología en la revista que él mismo fundó: los Anales del Museo Nacional.
Los artículos de historia natural eran publicados en la revista La Naturaleza, perteneciente a la Sociedad Mexicana de Historia Natural, de la que formaban parte los profesores del Museo. Jesús Sánchez, el director que sustituyó a Mendoza, aunque hasta entonces se había ocupado de temas zoológicos, se enfocó ahora a la arqueología y lingüística, como lo muestran sus artículos publicados en los Anales.
En 1889 Jesús Sánchez fue sustituido como director por Francisco del Paso y Troncoso, quien fue un estudioso de la historia, la arqueología y la antropología. Entre 1890 y 1891 encabezó una comisión científica que hizo exploraciones en Veracruz y descubrió la zona arqueológica de Cempoala. A partir de 1893 Del Paso y Troncoso se fue a Europa para rescatar, traducir y editar numerosos documentos de nuestra historia resguardados en archivos y bibliotecas de aquel continente –gracias a él, por ejemplo, conocemos la obra de fray Bernardino de Sahagún, que se encontraba dispersa en Madrid y Florencia–. Para dirigir el Museo, se quedó en su lugar el botánico Manuel Urbina.
Inician las tensiones
En 1900 Nicolás León, quien apenas había sido nombrado encargado de la sección de Antropología y Etnografía, escribió un artículo –publicado en las entregas mensuales de las Memorias de la Sociedad Científica “Antonio Alzate”– en el que mencionó que su área iba a recibir un fuerte impulso con motivo del Congreso Latino Pan-Americano y que el Museo Nacional sufriría cambios radicales. Sus palabras se hicieron realidad: el 27 de noviembre de 1902 Urbina fue sustituido por el historiador Alfredo Chavero quien, el 12 de diciembre de ese mismo año, dio la orden de que se desocuparan las vitrinas en las que se exhibían materiales botánicos y zoológicos, a fin de que se colocara ahí la colección Plancarte de objetos arqueológicos.
El 18 de febrero de 1903 Chavero renunció y en su lugar fue nombrado el ingeniero Francisco Rodríguez. No se sabe el apoyo que este director dio a la historia natural, pero las cosas debieron haber sido difíciles, ya que el 10 de marzo de 1904 los naturalistas Manuel Urbina y Gabriel Alcocer enviaron una carta a la Secretaría de Justicia e Instrucción Pública en la que solicitaban la creación de un museo nuevo que se dedicara por completo a la historia natural. El trato preferente que un área recibió sobre la otra puede comprobarse por el hecho de que en 1901 se abrieron las clases de Antropología, Etnología, Arqueología, Historia e Idioma Mexicano, en las que incluso hubo pensiones para los alumnos; aunque Nicolás León solicitó que se dieran también clases de Geología y Paleontología, nunca se abrieron tales asignaturas.
Las tensiones entre las dos áreas seguramente fueron en aumento. El 26 de junio de 1908 el entonces director, el historiador Genaro García, escribió al secretario de Instrucción Pública para sugerirle que los naturalistas podían irse a Tacubaya –en donde se encontraba el Museo de la Comisión Geográfico Exploradora–, ya que los salones del edificio de Moneda eran escasos para los múltiples objetos de historia, arqueología, etnología y arte industrial retrospectivo que se encontraban en bodegas muy mal acondicionadas.
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