Como descendiente del primer conde de Xala, Ignacio Torres Adalid heredó una enorme industria pulquera, al grado de que fue conocido como el Rey del Pulque.
Si eligiéramos a una persona descendiente de esa nobleza pulquera como actor preponderante al inicio de la independencia de México, sería un bisnieto del primer conde de Xala: Ignacio Adalid Gómez de Pedroso, quien casó con su prima María Concepción Gómez de Pedroso Herrera, heredera de siete ranchos pulqueros y tres pulquerías capitalinas: Coajomulco, Montiel y Los Pelos, esta última descrita genialmente por Manuel Payno en su novela Los bandidos de Río Frío. En Gómez de Pedroso se resumen los vínculos familiares de la nobleza: era primo del conde de Xala, de la condesa de Regla, del conde de Tepa, del conde de la Cortina, del marqués de Selva Nevada; era pariente de José Juan de Fagoaga. Sus hijos detentarían gran número de pulquerías: José Adalid tendría nueve y Josefa Adalid seis; ella sería madre del afamado Rey del Pulque, Ignacio Torres Adalid.
Su importancia fue tal que incluso participó en la organización del grupo insurgente de los Guadalupes, quienes financiaron secretamente la lucha por la autonomía, pero al mismo tiempo se reconocía como súbdito de la Corona, de manera que no se le molestó en las actividades empresariales o políticas, fungiendo como regidor del primer ayuntamiento constitucional de la Ciudad de México y como diputado a las Cortes que instituyó la Constitución de Cádiz, siendo enjuiciado solo con el restablecimiento de la monarquía. El reconocimiento social y político obtenido por las redes familiares, así como la importancia económica que fue construyendo, significó su medio de asegurarse ante este periodo de inestabilidad. En cambio, otros empresarios pulqueros, como los condes de Xala y de Peñasco o el marqués de Vivanco, tuvieron pérdidas ostensibles en sus fincas magueyeras. La destrucción causada por el movimiento insurgente en la región fue tan marcada que el desarrollo de la industria pulquera se paralizó durante las décadas posteriores a la independencia política de México.
El movimiento autonomista, expresado con la restauración de las Cortes españolas y con el pronunciamiento militar que apoyó al Plan de Iguala en 1821 tuvo el respaldo del conde de Xala y Regla, como se lee en el Acta de Independencia del Imperio Mexicano. Sin embargo, la paulatina expansión del liberalismo tuvo como consecuencia la formación de una república mediante la instauración de un Congreso constituyente, donde solo un miembro de la nobleza, el marqués consorte de Vivanco, fue parte integrante de este en 1824. Con la instauración de la República Mexicana, que abolió los títulos nobiliarios, el resultado fue la renuncia de privilegios de los nobles; aunque como élite su estructura familiar no fue modificada, la mayoría siguió siendo millonaria y como grupo intentó influir en las decisiones que afectaban sus intereses en el negocio del pulque, tomando parte activa en el poder legislativo, ejecutivo, o en la administración pública en los distritos en que se dividió la entidad federativa del enorme Estado de México.
Adalid, como hacendado novohispano, mostró una gran flexibilidad para ajustar sus objetivos a corto y mediano plazo, de acuerdo con las circunstancias políticas, así como una gran habilidad para establecer alianzas coyunturales y articulardistintos intereses (a veces apoyó al insurgente José Francisco Osorno y otras veces al destacamento realista, con el fin de quedar en buenos términos y poder sacar la producción pulqueras de sus fincas hacia la Ciudad de México y entorpecer el envío de otros productores de la región), lo que sin duda aprenderán y heredarán sus descendientes pulqueros al inicio de la vida política del México independiente, con su muy peculiar dinámica de república conservadora o liberal, promonárquica o radical juarista.
De los nietos de este Adalid y de los antiguos nobles pulqueros, algunos no preservarán su apellido, pero todos demostrarán el conocimiento para colaborar, criticar y enfrentar a un nuevo sistema de gobierno regido por el omnímodo poder presidencial de la época progresista del Porfiriato, en la cual por fin se logrará consolidar una nueva élite pulquera que aprendió muy bien el arte de la política y el emprendimiento capitalista, conformándose una nueva “aristocracia pulquera” –como la llamó José Vasconcelos en 1921–, pero esa es otra historia que también hay que contar.
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La aristocracia pulquera novohispana