En sus primeros meses de gobierno y hasta que la situación se complicó militarmente, Victoriano Huerta tuvo que aceptar a los obreros y tolerarlos. Su régimen no los sofocó con un polvorín, sino que decretó que se cumplieran acciones como aumento de salario y huelgas, y autorizó el descanso dominical. El 1 de mayo se consideraría oficialmente como Día del Trabajo hasta 1923.
Cada primer día de mayo se conmemora una de las fechas más importantes en la historia de los derechos sociales. Todo comenzó en 1866, cuando los obreros de Estados Unidos emplazaron a una huelga para exigir la jornada laboral de ocho horas. Este hecho como tal no generó la efeméride que conocemos, pero sí las diferentes manifestaciones pacíficas de muchos obreros que fueron fuertemente reprimidas, además de que la prensa se alineó con los poderes patronales para realizar una crítica atroz ante la que consideraban una antipatriótica actitud de los trabajadores.
En Chicago fue especialmente doloroso. Durante los días subsecuentes, la policía se enfrentó a los empleados y en algún momento la detonación de un artefacto mató a personas de uno y otro bando, desatando el uso de las armas de fuego de los uniformados. Tras unas pesquisas claramente inclinadas contra los obreros, se enjuició y condenó a la horca a cinco de ellos. Fue entonces que la fecha pasó a la historia como un momento de indignación ante la arbitrariedad del poder, pero también como uno de solidaridad para con el obrero.
A partir de tales hechos, alrededor del mundo se comenzó a utilizar este día para manifestar las inconformidades en materia laboral. En nuestro país, el régimen presidencial de Porfirio Díaz imposibilitó este tipo de acciones y el maderismo fue tan breve que la organización obrera apenas pudo articularse masivamente, sin la fuerza suficiente. Llegó entonces 1913, año en que el general Victoriano Huerta perpetró el golpe de Estado que lo colocó en la silla presidencial en febrero. Por su parte, los obreros iniciaron la osadía.
El primero de mayo, el Hemiciclo a Juárez fue tomado y la voz obrera escuchada. Acompañados de tambores, pancartas y gritos, se posicionaron frente a la Cámara de Diputados, donde demandaron una jornada laboral de ocho horas, la obtención de indemnizaciones y la libre organización de sindicatos. Los diputados dieron a conocer esto al presidente. Con las noticias enviadas del norte y el hecho de que los zapatistas seguían alzados, Huerta vio en la clase obrera un elemento necesario para reactivar la economía del territorio bajo su control, por lo que de algún modo respaldó su movimiento.
Gerardo Díaz. Historiador.
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