¿Conocen el trabajo de Roberto Moreno de los Arcos? Un historiador apasionado por la Nueva España

Gisela von Wobeser

 

La investigación histórica supone la elección, entre el “universo de hechos y procesos”, de aquellos “más atinentes a una corta explicación del todo por pocas de sus partes”. Roberto Moreno de los Arcos.

 

 

Historiador apasionado por la Nueva España, Roberto Moreno de los Arcos fue un enamorado del saber y de los libros. Pasó la mayor parte de su vida en bibliotecas y archivos y la lectura fue su mejor pasatiempo y su mayor entretenimiento. Sus años más felices transcurrieron en el antiguo templo de San Agustín, el entonces recinto de la Biblioteca Nacional en el centro de la capital mexicana, cuando era investigador del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM. Allí, el contacto diario con libros y manuscritos le permitió formarse como bibliófilo y acumular vastos conocimientos sobre la historia de México. Recordando aquellos años, decía:

 

Lo más determinante en mi profesión como historiador fue la posibilidad de disfrutar el edén que fueron esas largas galerías de la antigua Biblioteca Nacional. Pasé quince años trabajando allí, caminando por aquellos enormes pasillos, entre libros polvorientos. Esa fue una experiencia realmente decisiva en mi carrera profesional […] Más que un trabajo, era un recreo.

 

Sus intereses fueron muy amplios y comprendían todos los periodos de la historia de México. La mayoría de los temas le concernía y tenía el conocimiento preciso de la bibliografía correspondiente a cada uno de ellos. Solamente mostró cierta indiferencia frente a la historia de la época contemporánea, tal vez porque, desde su punto de vista, se trataba de un periodo demasiado fresco que carecía de la pátina del tiempo.

 

Esta amplitud de intereses se reflejó en su quehacer historiográfico, y así abordó temas tan variados como el análisis de los confesionarios empleados por los frailes en el siglo XVI, el desarrollo de los globos aerostáticos en el Porfiriato, las características de la leyenda de los cinco soles cosmogónicos de la época prehispánica y los orígenes de la arqueología mexicana.

 

Sin embargo, lo que a primera vista pudiera parecer una gran dispersión no lo era tanto porque, dentro de esta amplitud, sus principales aportaciones se centraron en el siglo XVIII y cubrieron dos áreas: la Ilustración novohispana y la historia de la ciencia y la tecnología en la Nueva España.

 

Su interés por la Ilustración nació desde que era estudiante de la licenciatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde fue el alumno más brillante de su generación. Aún no había terminado ese grado cuando apareció su primer artículo sobre el siglo XVIII ilustrado: “Papel instructivo del virrey Bucareli al caballero Croix, 1777”, el cual fue publicado por el Archivo General de la Nación y se relacionaba con su tesis: Teodoro de Croix. Su actuación en América. Pronto siguieron más artículos y ediciones de fuentes dentro de esta misma línea de investigación que cultivó hasta el final de su vida.

 

En el campo de la historia de la ciencia, reprodujo un gran número de escritos científicos, pertenecientes tanto a las ciencias naturales como a las humanísticas, mediante los cuales reconstruyó una parte del ambiente científico que imperaba en la Nueva España y analizó su vinculación con el europeo. Describió, por ejemplo, la recepción que tuvieron las nuevas corrientes que venían de Europa, entre ellas el darwinismo y el nuevo sistema de clasificación de las plantas propuesto por el sueco Carlos Linneo. Una de sus principales aportaciones fue publicar un gran número de escritos de aquellos primeros científicos mexicanos. Se trata de ediciones bien cuidadas que cuentan con una introducción, en la que sitúa cada obra en su contexto histórico y proporciona información sobre el autor y el tema al que se refiere la obra. Muchas de ellas cuentan, además, con notas explicativas en el texto.

 

Otro género cultivado por Roberto Moreno fue la biografía. Le atraían aquellos hombres que superaron el oscurantismo, la estrechez y los fanatismos que imperaban en el Antiguo Régimen, al basar sus trabajos en la observación y la experimentación y que, por lo tanto, fueron los iniciadores de la ciencia moderna en México. Reconstruyó las vidas de Ignacio Bartolache, Antonio León y Gama, Joaquín Velázquez de León y José Antonio de Alzate, el máximo exponente de la Ilustración criolla. Resaltó que estos hombres, que se llamaban a sí mismos americanos, fueron quienes imprimieron un sello a la Ilustración novohispana, mediante lo cual la distinguieron de la europea. Además, al concebir su entorno de una manera diferente a como lo hacían sus padres, forjaron, por primera vez, la identidad del mexicano. Resaltaron las particularidades de la tierra que habían adoptado como su patria y exaltaron la belleza de su paisaje, la variedad y rareza de sus plantas y animales, la exquisitez de su tradición culinaria y la nobleza de sus gentes. Asimismo, rescataron y dignificaron el pasado prehispánico, en un afán de construir una historia propia, deslindada de la historia de España.

 

En resumen, su producción historiográfica fue muy vasta y hoy día sus obras constituyen fuentes obligadas de consulta para los estudiosos de los temas que él abordó. Probablemente lo más valioso sea la media centena de documentos que publicó, todos desconocidos anteriormente. Heredero de la tradición positivista que todavía imperaba en la Facultad de Filosofía y Letras en los años sesenta, cuando hizo su carrera, dio mayor importancia a los documentos mismos que a su interpretación histórica. Esto último, a pesar de la fuerte influencia que en la mencionada Facultad tenía el historicismo, que ya estaba plenamente en boga para entonces. Manifestó sus ideas al respecto en su introducción a Linneo en México (1989):

 

Es más fecundo, sin duda, recopilar todos, o la mayor parte de los testimonios que documentan un hecho o un proceso científico de importancia, para que el público interesado pueda formarse un juicio propio acerca del particular y el especialista pueda realizar fácilmente sus consultas.

 

La orientación positivista, aunada a una permanente curiosidad, debida a su ingenio inquieto que constantemente lo llevaba a nuevos temas, impidieron, en muchos casos, la profundización en el análisis histórico y la maduración de las ideas. Esta es la razón por la cual en algunas de sus obras hizo propuestas y planteó interesantes hipótesis que no desarrolló cabalmente.

 

Muchas de sus ideas se quedaron en el tintero y numerosos proyectos permanecieron inconclusos, por lo cual su prematura muerte en 1996, a los 53 años, significó una gran pérdida para la historiografía mexicana. Sin embargo, el amplio legado que dejó está presente en sus alumnos, quienes durante treinta años escucharon sus clases y asistieron a sus seminarios. En ellos están germinando los frutos de lo que sembró.

 

 

El artículo "Roberto Moreno de los Arcos" de la autora Gisela von Wobeser se publicó en Relatos e Historias en México, número 120. Cómprala aquí