Para febrero de 1913, el régimen maderista ya estaba condenado. Casi no contaba con apoyos y, en diez días, oficiales del ejército le dieron el tiro de gracia. Huerta, Blanquet, Mondragón, Félix Díaz y García Peña, viejos camaradas de colegio militar, fingieron que sus tropas peleaban entre sí, pero sus cañonazos le costaron la vida a cientos de civiles.