De acuerdo con el relato del cronista franciscano Bernardino de Sahagún, en el mundo prehispánico nahua había diferentes lugares a los que, luego de la muerte, se dirigía el “alma”... El tipo de fallecimiento determinaba el lugar al que iba cada persona, y las ofrendas colocadas ante los difuntos tenían el poder de actuar en su beneficio durante su viaje a ese otro espacio ultraterreno que les correspondía.