Quienes vivimos las últimas décadas del siglo XX notamos que la carne de pollo y la yema del huevo eran cada vez menos pálidas. Se supo que a los pollos y gallinas los alimentaban con cempasúchil. En un principio, según la Enciclopedia de México, se alimentaba a las aves directamente con el polvo de esa flor, con la desventaja que, si no se usaban pronto, los pigmentos se degradaban. Todo cambió cuando entre los años 70 y 80 del siglo pasado, en la Universidad Autónoma Chapingo, se descubrió el proceso para estabilizar los pigmentos del cempasúchil; es decir, que el color mantuviera su intensidad.