El general Múgica es una de las figuras menos comprendidas de la Revolución. Junto con su destacada participación en el Congreso constituyente de 1917, quizá el asunto de su biografía que ha despertado más interés es el de su fallida candidatura presidencial por el Partido de la Revolución Mexicana, a pesar de su afinidad ideológica y la cercanía personal con el presidente Lázaro Cárdenas.
La discusión en torno a la sucesión de 1940 no es nueva. Desde entonces ha estado envuelta en un halo un tanto enigmático por la decisión del presidente Lázaro Cárdenas de no apoyar, cuando menos abiertamente, la candidatura de su paisano, mentor y colaborador cercano Francisco J. Múgica. De hecho, para algunos de sus contemporáneos constituyó una de las señales más importantes de la claudicación de los esfuerzos por continuar con la construcción del proyecto revolucionario.
Para un grupo de cardenistas, que terminó por apoyar activamente a su rival, el general Manuel Ávila Camacho (por ejemplo, el secretario general de la Confederación de Trabajadores de México [CTM], Vicente Lombardo Toledano), Múgica era un revolucionario radical y honesto, pero también intransigente y, quizás, lo vieron como un peligro que amenazaba la estabilidad política y económica nacional, por lo que la falta de apoyos políticos para alcanzar la presidencia habría sido afortunada para la consolidación de la “Revolución Mexicana”. En contraste, otros protagonistas políticos de la izquierda de aquella época destacaron su inquebrantable compromiso y fidelidad, así como admirable sacrificio personal, en aras de la genuina transformación revolucionaria del Estado y la sociedad.
La derrota de Múgica marcaría la caída del reformismo cardenista y el inicio del “gran viraje” hacia la “Unidad Nacional” del Partido de la Revolución Mexicana (PRM). En otras palabras, con su marginación política paulatina habría comenzado la agonía de la Revolución, de acuerdo con la biografía del michoacano escrita por la periodista, amiga y simpatizante del general, Magdalena Mondragón, titulada Cuando la Revolución se cortó las alas (1966). En nuestros días, la misma idea ha sido reafirmada por la historiadora Anna Ribera Carbó. en su breve pero bien documentada obra sobre el general, en la que afirma que “con Múgica fuera de la jugada, el cardenismo como proyecto a futuro se cancelaba. Quedaban sus espectaculares logros sociales y su reestructuración del partido y del Estado que en otras manos se desvirtuarían y se manejarían con finalidades distintas”.
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