Genio militar, amado y odiado, Hernán Cortés termina sus días abandonado por el rey de España. Había vencido al imperio más poderoso de América, servido fielmente a la Corona, arriesgado la vida y sus bienes. Pero ya nada importaba: agobiado por las deudas, enfrascado en pleitos interminables en la Corte, lleno de amargura, de desazón, de ira… Así fue el fin del conquistador de México.