Nina Simone

La artista que nunca se perteneció
Ismael Villafranco

 

“Lamento no haber sido la primera pianista clásica de raza negra del mundo, creo que habría sido más feliz”. Nina Simone.

 

 

Desde que escuchamos en México a Nina Simone, muchos sabemos que solo es necesario oír una canción de ella para jamás olvidar su voz. Eunice Kathleen Waymon tuvo una formación como pianista clásica desde muy temprana edad, obligándola a estudiar con esmero a Chopin, Mozart y Rajmáninov, entre muchos más, y también impulsándola a convertirse en concertista, sin vislumbrar las contrariedades propias de su época, las cuales la orillaron a transformar su vida y obra para así poder tocar su amado instrumento. Cual niña prodigio, comenzó a tocar el piano a los tres años de edad. Rodeada de un ambiente religioso en donde las celebraciones se acompañan de música, Eunice desarrolla su talento como artista, ese con el que luego estremecería a su público. Con dieciocho años, el rumbo de su vida cambia tras haberle sido negada una beca que le hubiera permitido seguir su preparación, además de haberla mantenido alejada de la necesidad de trabajar por la falta de dinero en su familia. A los veinticuatro años comienza a tocar en bares, y tras la presión de su patrón por hacerla cantar, el mundo ve nacer a Nina Simone, una prodigiosa pianista con una afortunada voz que hace vibrar el alma a la frecuencia de su cautivador trémolo.

 

Nina, proviene de la palabra niña, forma en que la llamaba un amor pasado, y Simone por la actriz francesa Simone Signoret. Esta transformación en su vida tuvo como razón el no enterar a su familia de su vida laboral, ya que era algo que jamás le hubieran permitido hacer. Sin embargo, la paga era buena y valía la pena por el gran placer que sentía por tocar, aunque esto la proyectó al mundo como cantante de jazz y no como concertista, eventualidad que convirtió en una frustración que vivió dentro de ella por el resto de su vida, atormentada por sus demonios y siendo ella también la peor crítica de su obra.

 

Dedicó gran parte de su trabajo a exigir un trato digno para los afroamericanos dentro de una sociedad que se moldeó con ellos como esclavos y que posteriormente, al darles cabida como ciudadanos, los destinó a zonas marginadas que con el paso del tiempo quedaron sumergidas dentro del aplastante progreso yanqui que transformó tierras de algodón en grandes ciudades industriales, como en el caso de Birmingham, Alabama, cuya población creció once mil por ciento de 1880 a 1960.

 

En esta década de los sesenta, la comunidad afroamericana ocupó la voz de Simone para denunciar las atrocidades cometidas en su contra. Es notable que a partir de los siguientes censos se evidencia una baja constante de su población que no ha frenado desde entonces, demostrando que algo cambió en esa parte del mundo.

 

Permitirse el tiempo de poner atención a la música de Nina Simone es la mejor forma de escucharla, y no solo por aquella contundente voz de contralto que obliga a ser atendida, sino por la majestuosa forma de tocar el piano en muchos de sus trabajos. Es allí donde se pueden notar los gritos de la virtuosa artista detrás del personaje que la hizo brillar en el mundo del jazz, blues y soul dentro de la industria de la música grabada, salpicando a estos géneros de grandes piezas pianísticas que visten de Chopin las atmósferas improvisadas de la mente de esta gran artista que nunca logró pertenecerse a sí misma.

 

 

El artículo "Nina Simone" del autor Ismael Villafranco se publicó en Relatos e Historias en México número 125. Cómprala aquí