Los galeones hundidos frente a Campeche

La Redacción

En 1631 ocurrió un terrible desastre marítimo, cuando la flota de Nueva España, cargada de riquezas, partió hacia Sevilla en plena temporada de ciclones.

 

En octubre de 1631, en plena temporada de huracanes, las naves almiranta y capitana de la flota de Nueva España, Nuestra Señora del Juncal y Santa Teresa, se fueron a pique después de luchar infructuosamente contra una tormenta en el golfo de México.

En el Juncal murieron trescientos hombres y solo 39 salvaron su vida, pero ninguno sobrevivió en el Santa Teresa, que se hundió el 21 de octubre por la noche; el Juncal, diez días después. El cargamento de ambos se fue al fondo de la sonda de Campeche, junto con casi dos millones de pesos en plata y cientos de toneladas de seda de Oriente, tintes de añil y grana para textiles –altamente cotizados en Europa–, así como maderas preciosas y chocolate, que iban repartidos en diez navíos, los cuales eran acompañados por tres pequeñas embarcaciones de servicios.

De las velas que partieron de Veracruz, ocho no sufrieron daños. Unos navíos llegaron a La Habana, otros a Campeche y Tabasco. El primer indicio de los errores que derivaron en el desastre fue el descubrimiento de la sobrecarga fraudulenta que los comerciantes habían hecho para evadir impuestos.

Las causas del desastre

Sin duda, el factor determinante de la desgracia fue haber retrasado la salida del convoy, pues, en lugar de zarpar a más tardar en julio, se autorizó su partida hasta el 14 de octubre, en época ciclónica, después de que la flota estuviera anclada durante un año en San Juan de Ulúa. Así, se hicieron a la vela con el cargamento de plata y mercaderías acumulado durante dos años, pues en 1630 no hubo tornaviaje, solo la llegada de la flota desde Sevilla.

Un cargamento enorme, además, porque en septiembre de 1629 la Ciudad de México había sufrido la peor inundación del siglo. La tormenta que cayó entre el 20 y el 21 de septiembre la mantuvo bajo el agua durante cinco años. Además de los miles de muertos, damnificados y desplazados, el comercio se paralizó. La economía del virreinato, tan dependiente de las flotas por el monopolio imperial de tantos productos básicos, provocó carestía, hambre y muchos sufrimientos. Urgía recibir las mercancías de la península ibérica y enviar las de Nueva España.

Pero aquel 1629 las embarcaciones no salieron de Sevilla hacia la Nueva España porque el año anterior toda la flota que salió de Veracruz, a cargo del general Juan de Benavides, había sido capturada por el almirante holandés Piet Hein, quien con más de treinta navíos la acorraló en la bahía de Matanzas, Cuba. Debido a que los enemigos de la Corona española seguían merodeando en aguas de la Carrera de Indias, se pospuso la salida de la flota de Sevilla para 1630.

Finalmente, en 1631, cuando se suponía que debía partir la flota desde Veracruz, el viaje comenzó a retrasarse por distintos problemas, principalmente burocráticos. Pasaban los meses mientras esperaban la orden de zarpar, mientras muchas mercaderías se acumulaban en el puerto y continuaban llegando las riquezas de la Corona durante agosto y septiembre. Al rey Felipe IV le urgía esa plata para continuar la prolongada guerra que mantenía contra las Provincias Unidas (Países Bajos), que buscaban la independencia del imperio, al que consideraban una tiranía.

El rey había enviado una comunicación al capitán general de la flota, Miguel Echazarreta, para ordenarle que el convoy no debía salir de Veracruz hasta no recibir la orden de Tomás de Larraspuru, general de la Armada que los escoltaría y quien le confirmaría si no había enemigos en su viaje a La Habana.

En agosto llegó de Cuba la flota de Martín de Vallecilla, pero no trajo noticias de Larraspuru, por lo que en el puerto comenzaron a pensar que, si empezaba septiembre, la flota no podría zarpar. Finalmente, el 13 de ese mes llegó la orden de Larraspuru para que la flota izara velas y pudiera encontrarlos el día 28, a fin de escoltarlos. Nos cuenta la historiadora Flor Trejo Rivera que esa carta, después de meses de inactividad, reavivó toda la operación, tratando de hacer lo humanamente posible para seguir la orden. Con ello, comenzó de nuevo el forcejeo con los comerciantes para que enviasen los productos que no habían salido con las dos flotas anteriores.

 

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