Las monjas desterradas A Pekín

Las Hermanas de la Caridad que salieron del país en 1874

Adrián Tolentino

Si bien las Hermanas de la Caridad tuvieron protección por un tiempo debido a su origen francés, para la década de 1870 tuvieron que salir de México.

 

El siglo de la humillación, le llaman los chinos al XIX. Y es que los imperios occidentales forzaron, con violencia, la modernización de la China Qing. Inglaterra y Francia diezmaron a la población del Imperio Celeste en las Guerras del Opio. Tras estos trágicos episodios, los gobernantes chinos tuvieron que firmar tratados asimétricos con los países europeos. Y, por si fuera poco, al sur las fuerzas imperiales luchaban por sofocar la Rebelión Taiping, liderada por un chino cristiano autoproclamado como el Mesías.

China, ya se ve, estaba asfixiada, pero eso no impidió que el médico tamaulipeco y exgeneral de división, Ignacio Martínez Elizondo, se aventurara a un paseo por esas devastadas latitudes. Era junio de 1884 cuando el general Martínez navegaba, de Shanghái a Tianjin, a bordo del vapor estadounidense Pantah. Se cumplía un año y medio desde que el militar había salido de México con el solo propósito de dar la vuelta al mundo.

Cuando Martínez fue exiliado, en 1870, por apoyar el Plan de la Noria, hizo un viaje a las grandes urbes de Estados Unidos. En el exilio, fortaleció un lazo de amistad con el general Ireneo Paz, el abuelo del Nobel mexicano de literatura. Ambos retornaron a su patria cuando el presidente Sebastián Lerdo de Tejada declaró una amnistía a los enemigos políticos, en noviembre de 1870. Apenas cuatro años después, Martínez se aventuró a cruzar el Atlántico. Su paseo abarcó hasta los dominios del zar ruso, y llegó a pisar el sultanato alauita de Marruecos.

Martínez retornó a su patria cuando los clamores de la revolución volvían a retumbar en los espíritus y en los cañonazos. Sería este general quien encabezaría la última gran batalla que desbandaría a las últimas huestes de José María Iglesias, en enero de 1876. Enamorado de la democracia más pura, al borde del fanatismo, le dio la espalda a don Porfirio al primer indicio de tiranía (tal cual lo interpretó nuestro personaje) y se recogió a la vida privada. La falta de compromisos políticos y una cuantiosa acumulación de dinero propiciaron su partida al “viaje universal”.

 

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