La revolución enfrentada

Pancho Villa, la Convención de Aguascalientes y la prensa carrancista

Luciano Ramírez Hurtado

Una constante en los movimientos políticos y sociales en la historia de México son las escisiones; no fue la excepción en la llamada Revolución mexicana. Tras el triunfo –y aun desde antes– de los revolucionarios en contra de la dictadura de Victoriano Huerta, en el verano de 1914, comenzaron las desavenencias entre ellos. Se formó una comisión permanente de pacificación que fungió como mediadora entre las partes en conflicto y encaminó sus esfuerzos para lograr acuerdos. Para cuando se realizó la Convención Revolucionaria, en el otoño de ese mismo año, con el propósito de tratar de evitar la escisión entre las facciones, decidir quién gobernaría el país y en qué forma, así como acordar la elaboración de un programa de gobierno, ya estaban sumamente deterioradas las relaciones entre Venustiano Carranza, Primer Jefe encargado del poder Ejecutivo, y el general Francisco Villa, líder de la División del Norte.

La Convención pasó por varias etapas, y cada una de ellas tuvo rasgos distintivos y específicos de acuerdo con la cambiante realidad política del país, además de que no todo el tiempo estuvo conformada por los mismos integrantes. En la Ciudad de México, del 1 al 5 de octubre, sólo estuvieron los carrancistas y la dominaron, puesto que los villistas no acudieron por desconfianza y los zapatistas no fueron invitados.

La de Aguascalientes, del 10 de octubre al 15 de noviembre, fue la más representativa, pues asistieron delegados de las tres facciones, así como de grupos independientes; un representante a razón de mil hombres de tropa. La prensa nacional e incluso internacional envió periodistas, reporteros y fotógrafos a cubrir el evento y mantener informada a la opinión pública, pues de los acuerdos que se tomaran dependería si habría o no una nueva guerra civil, ahora de carácter intrarrevolucionario.

Buenos augurios

Carranza sabía que era muy importante tener bajo control a los medios impresos, puesto que implementaría una campaña de propaganda política en favor de su movimiento; una guerra de papel, para ganar adeptos, era fundamental en esos meses decisivos. Fundó dos periódicos: El Liberal y El Pueblo, y se las ingenió para que revistas como La Ilustración Semanal y La Guacamaya cayeran bajo su órbita de influencia.

La Convención de Aguascalientes comenzó con buenos augurios. Los delegados acudieron a banquetes, pasearon por las plazas y jardines de la ciudad, desfilaron por sus calles. También se visitaban mutuamente en las casas y hoteles donde se hospedaron; se les veía relajados, en espacios de ocio y esparcimiento. Prevalecía un ambiente de fiesta; había muchos forasteros y música por doquier. Además, se formó una nueva mesa directiva, juraron cumplir y hacer cumplir los acuerdos que de ella emanaran, y estamparon su firma en el blanco de la bandera convencionista. Todo parecía concordia y armonía. 

Al mismo tiempo, se había formado una Junta Neutral de Gobierno integrada por el ejecutivo estatal, coronel Alberto Fuentes Dávila; el general Guillermo García Aragón, en representación de los constitucionalistas, y el general Fidel Ávila –exgobernador de Chihuahua y, por cierto, compadre de Pancho Villa– por la División del Norte. Su cometido: garantizar la neutralidad de Aguascalientes, esto es, evitar que se aproximaran tropas beligerantes, así como salvaguardar la integridad física de los delegados que se dieron cita en la histórica Convención.

El 14 de octubre la Convención se declaró soberana, es decir, que ninguna otra autoridad o persona estaba por encima de ella. Carranza, que siempre pensó al organismo como una junta consultiva y tan celoso del principio de autoridad, empezó a verla con recelo y puso en alerta a todos sus aparatos editoriales. En los días siguientes, transitó de la desconfiada cautela y los ataques velados a la agresión cada vez más franca y abierta.

Ni Carranza ni Villa formaron parte de la Convención, sino que nombraron representantes. Quienes sí lo hicieron y acudieron a deliberar fueron los generales Álvaro Obregón (en representación del Primer Jefe), Felipe Ángeles, Eugenio Aguirre Benavides, José Isabel Robles, Calixto Contreras y Roque González Garza (en representación del llamado Centauro del Norte), entre otros. Luego llegarían los zapatistas encabezados por Paulino Martínez, seguido del incendiario orador Antonio Díaz Soto y Gama y otros veinticinco representantes del Ejército Libertador del Sur.

Para conocer más de esta historia, adquiere nuestra edición 185 de marzo de 2024, impresa o digital, disponible en nuestra tienda virtual, donde también puedes suscribirte.