En 1722 se establece la misión de Nuestra Señora del Espíritu Santo de Zúñiga, en la bahía de Matagorda, en lo que ahora es la costa de Texas. Este bastión se concibió como un “punto de anclaje”, el cual serviría para que posteriormente se desarrollaran otros asentamientos novohispanos en la región y de esta forma se detuviera el avance francés.
Esta misión también serviría para sentar las bases de una larga conversión de los indios locales, y de esta forma ir mermando poco a poco la hostilidad y resistencia contra las autoridades virreinales. Es así como esta albergó a indios cocos, copanas y cujanes, los cuales ya han dejado de existir; sus escasos remanentes se han integrado con otros grupos indígenas regionales y de su pasado solo nos quedan los registros de los misioneros y algunos restos arqueológicos.
Por noble que fuera su causa, los constantes ataques de apaches lipanes y karankawas los llevaron a abandonar este asentamiento y refundar la misión a las orillas del río Guadalupe en 1726. Los indígenas que la poblaron fueron los tamiques y aranamas regionales. Por otra parte, la amenaza de ataques de otros grupos amerindios no disminuyó.
La evidencia arqueológica señala claramente que esta misión estaba inmersa en acuerdos comerciales con los nativos regionales, y tal vez parte de su supervivencia se debió a estos entendimientos e intercambios. Conocido también como Misión de la Bahía, este asentamiento se mantuvo a menos de un día de camino de importantes establecimientos de apaches lipanes. Pese a que en su momento fueron hostiles con los misioneros, para este momento existía con estos un cese de agresión matizado por el comercio y por un proceso de mutuo reconocimiento y de adquisición de información.
En 1747 el inspector del virreinato José de Escandón realizó una amplia visita a todos los territorios del norte de la Nueva España. Su misión era identificar y ubicar físicamente todos los asentamientos, misiones, presidios, guarniciones, caminos y ubicaciones bajo jurisdicción novohispana y recomendar adecuaciones para consolidar la presencia de la Corona en la región y de esta manera afianzar la soberanía territorial como paso previo a la continuación expansiva hacia el norte.
En su informe destaca la recomendación de que la misión de la Bahía se reubicara una vez más y se refundara a las orillas del río San Antonio. También propone que al menos veinticinco familias novohispanas no indígenas se asentaran en las inmediaciones de la misión y se reubicara el presidio militar para garantizar su seguridad. Sin embargo, sus designios virtuosos y bien intencionados se vieron enfrentados a la realidad, ya que no se encontró ese número de familias que voluntariamente quisieran asumir tales riesgos en el corazón del territorio apache lipán.
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José Medina González Dávila. Doctor en Antropología Social por la Universidad Iberoamericana, maestro en Estudios Internacionales por el ITESM y licenciado en Relaciones Internacionales por esta misma universidad. Especialista en etnología de Norteamérica y antropología aplicada.
Una historia olvidada del virreinato en Texas