La Guerra de Reforma no fue antirreligiosa

Reforma liberal y militarismo
Héctor Sánchez Tagle

¿Cómo estaban conformados los ejércitos, convencionalmente llamados, liberal y conservador? y ¿qué intereses económicos y políticos representaban? Los llamados conservadores incluían en sus filas al ejército permanente; este cuerpo armado había sido la base del poder político del general Antonio López de Santa Anna, a quien no se puede calificar de conservador. Simplemente recordemos que durante los dos intentos de reforma de las relaciones Iglesia-Estado emprendidas por el vicepresidente Valentín Gómez Farías, un liberal radical, el presidente era, precisamente, Santa Anna. Esto es, en esos dos momentos el santannismo estaba aliado al liberalismo puro.

En realidad, en la época que nos ocupa había cuatro grandes tendencias políticas dentro de las élites mexicanas: el conservadurismo, el liberalismo moderado, el santannismo y el liberalismo puro o radical. Ninguna podía gobernar sola y se tenían que conformar bloques políticos para asegurar la “gobernabilidad” del país. Es decir, había una interacción entre ellas muy dinámica y en constante transformación.

En la facción conservadora militaban el clero católico, amplios sectores populares ligados a esa Iglesia, banqueros –acreedores del gobierno–, hacendados e industriales ligados al mercado interno –sobre todo del ramo textil– y a monopolios, comerciantes proteccionistas –descendientes de los antiguos consulados de comercio virreinales– y la burocracia centralista; muchos de sus miembros se ubicaban en la capital del país.

Cuando Santa Anna estaba en camino –desde el exilio– hacia México para hacerse cargo –por última vez– de la presidencia en 1853, no había decidido todavía la conformación del bloque político con el que iba a gobernar. Así, diversas corrientes se ofrecieron como sus aliadas; son muy conocidas las cartas programáticas que le enviaron Lucas Alamán –conservador– y Miguel Lerdo de Tejada –liberal moderado y su antiguo vecino en Xalapa– con el fin de ser sumados a su causa. Por un notable error de cálculo político, el general escogió aliarse con el conservadurismo.

Así, durante la última presidencia de Santa Anna se configuró un escenario que enfrentaba dos proyectos de nación y que entrarían en conflicto en los años siguientes, lo que desembocó en lo que conocemos como Reforma liberal y Guerra de los Tres Años (1858-1860).

La Reforma tenía como uno de sus componentes, si no el principal, la abolición del ejército santannista. Sin embargo, esto no se podía hacer simplemente por decreto, sino por un enfrentamiento militar. Aquí se nos plantea el siguiente problema: ¿de dónde surgirían las fuerzas armadas liberales capaces de vencer, en los campos de batalla, al ejército permanente?

 

 

Esta publicación es un extracto del artículo “La Guerra de Reforma no fue antirreligiosa” del autor Héctor Sánchez Tagle y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, número 96.