José Yves Limantour en la política

Iliana Quintanar Zárate

Para 1910, pese a las manifestaciones de apoyo hacia Díaz, en noviembre estallaría la revolución, cuyos líderes tuvieron en José Yves Limantour a un intermediario con mucha influencia en el grupo en el poder.

 

La suerte estaba echada y aunque en efecto comenzaron a organizarse algunos partidos políticos para participar en los comicios de 1910, Díaz aceptó su candidatura para el siguiente periodo presidencial con Corral como su vicepresidente. A decir de Limantour, era necesario establecer un partido gobiernista con unión y disciplina interna, cuyo programa recogiera el clamor político del momento, por lo que esbozó un plan que consistía en reformas de la administración de justicia, del sistema y prácticas electorales y en la renovación del personal político de la Federación y los estados, esto último por las enconadas quejas que había suscitado la permanencia de algunos gobernadores en sus puestos. El programa de renovación política limantouriano no prosperó y alimentó los desacuerdos con el presidente.

Para acallar las voces disidentes, se encarceló a algunos miembros de los partidos recién organizados y se clausuraron las imprentas de las que salían sus periódicos, entre ellos el del Partido Antirreeleccionista liderado por Francisco I. Madero.

Entre la familia Madero y Limantour había una estrecha relación de negocios, lo que llevó a Francisco a dirigirle en 1909 una carta muy elocuente en la que externó su oposición contra la permanencia de Díaz en el poder y sobre todo de la eventual ocupación de Corral de la silla presidencial: “los antirreeleccionistas convencidos de tan grave peligro, hemos iniciado franca y cabalmente la lucha. Creemos estar en nuestro perfecto derecho y nos creemos con la capacidad suficiente para ejercitarlo y para comprender lo que más conviene a la patria. Digo esto porque el principal argumento de quienes desean perpetuar el actual régimen de cosas, es que no estamos aptos para la democracia y sí lo estamos. Es posible que los indios ignorantes no lo estén, pero en ningún país del mundo son las masas ignaras las que dirigen la opinión pública, sino pequeños grupos de intelectuales que van a su cabeza”. A lo que Limantour respondió que no discutiría las consideraciones políticas de su carta “porque si bien perseguimos uno y otro ideales democráticos, diferimos totalmente respecto del camino que para su realización conviene seguir”, y aunque la petición de Madero de liberar a los presos de su partido la relegó a los tribunales, le prometió que si podría hacer algo al respecto se lo haría saber con oportunidad.

Aun con la oposición organizada y el estallamiento de algunos brotes de violencia a lo largo y ancho del país, se llevaron a cabo los festejos del Centenario de la Independencia con bombo y platillo entre desfiles de carros alegóricos, cenas fastuosas e inauguraciones de obras públicas como el Manicomio de La Castañeda, el Desagüe de la Ciudad de México y la columna de la Independencia, mientras que el movimiento maderista iba cobrando fuerza en el norte del país. Limantour se encontraba en París, por lo que no asistió a los festejos del Centenario, lo que extendió el rumor entre las altas esferas políticas de que existía un distanciamiento importante entre el secretario y el presidente, lo que era cierto, pues para entonces sus desavenencias políticas parecían ser ya irreconciliables.

Su permanencia en Europa se justificó públicamente por los trabajos que estaba realizando para arreglar la deuda, los cuales se cancelaron frente a la intensificación de la oposición en México, el llamado a la Revolución de Madero en noviembre de 1910 y la peligrosidad que para Limantour representaba para la soberanía nacional el apoyo que los revolucionarios recibían de los Estados Unidos de América. En su camino de regreso a México, la familia Madero le pidió a Limantour fungir como intermediario entre el gobierno y los revolucionarios para darle una salida pacífica al conflicto. Limantour accedió y en compañía de miembros de la familia Madero se reunió sin éxito en Nueva York con Francisco Vázquez Gómez, representante de los revolucionarios.

Las entrevistas informales tomaron un carácter de semioficial cuando Díaz envió a varios representantes del gobierno a negociar el cese de las hostilidades con los revolucionarios, además de hablar con Evaristo Madero, tío de Francisco, como estrategia para convencerlo de que persuadiera a su sobrino de continuar con el movimiento. A decir de Limantour, ya para entonces el presidente planeaba retirarse del cargo y, para calmar los ánimos, pidió la renuncia de todos los miembros de su gabinete identificados como parte del grupo de los Científicos, quienes al parecer ya habían acordado dejar sus puestos en un acto de desacuerdo con la política del presidente. Todos renunciaron excepto Limantour y González Cosío quienes, a petición del presidente, continuaron al frente de las secretarías de Hacienda y Guerra respectivamente.

Limantour permaneció al frente de la Secretaría de Hacienda a regañadientes y con condiciones, entre las que figuraba el nombramiento de nuevos encargados de las secretarías vacantes y varias medidas de orden administrativo y electoral, que en esencia fueron integradas en el nuevo programa de gobierno presentado al Congreso el 1 de abril de 1911. El intento de renovación fue inútil, pues según Limantour, aunque dirigió una representación oficial a Ciudad Juárez para acordar el armisticio con los revolucionarios, estos exigieron nuevamente la renuncia de Díaz como condición previa a la negociación, entre otras peticiones que complicaron todavía más la posibilidad de llegar a un acuerdo.

Así, el 7 de mayo de 1911 Díaz publicó un manifiesto en el que convocaba al pueblo mexicano a tomar las armas en defensa del orden público y declaraba que se retiraría cuando su conciencia se lo dictara. A los pocos días de pronunciado el manifiesto, el nuevo gabinete se convenció de que era “absolutamente necesaria la renuncia a fin de evitar mayor derramamiento de sangre, y, sobre todo, la intervención de los Estados Unidos”, por lo que era necesario idear una salida decorosa de Díaz y una transmisión del poder conforme a la ley. De esa manera, Porfirio Díaz presentó su renuncia ante el Congreso el 25 de mayo de 1911 y se designó a Francisco León de la Barra como presidente interino, quien tiempo después entregó la presidencia a Francisco I. Madero.

León de la Barra trató de persuadir a Limantour de seguir al frente de la Secretaría de Hacienda, sin embargo, declinó la invitación, renunció a su ministerio y se encaminó a Francia con su familia. En el exilio, también fue objeto de otra campaña en su contra, incluso entre los miembros de la familia de Díaz quienes consideraban que había traicionado al caudillo. Supuestamente debido a que sus aspiraciones políticas le habían llevado no solo a convencer al presidente de dimitir al cargo y además porque había contemplado la aceptación del ofrecimiento de Francisco I. Madero para integrarse a su gabinete. Los detractores del exsecretario nuevamente le imputaron su supuesta extranjería como prueba de actos ilícitos en contra de la nación, así como los delitos de peculado y desfalco de las arcas del erario. Limantour se defendió en la prensa por sí y a través de sus amigos que permanecieron en el país. Los cargos y acusaciones nunca le fueron comprobados.

José Yves Limantour vivió en el exilio en Francia hasta su muerte en 1935, convencido de haber cumplido su deber como funcionario en la defensa de su país.

 

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Iliana Quintanar Zárate. Doctora en Historia por El Colegio de México y profesora titular de la División de Historia del CIDE. Su campo de estudio es la política económica y la banca durante el Porfiriato, así como las redes de crédito y negocios de la Nueva España y La Habana en el siglo XVIII. También se interesa por la historia digital y sus aplicaciones en el análisis económico y la docencia. Ha colaborado en revistas académicas y libros colectivos; su publicación más reciente es “El Estado porfiriano y la centralización administrativa (1892-1911)”, en María Eugenia Romero Sotelo (coord.), Una historia de la idea de nacionalismo en México: actores e instituciones (Facultad de Economía-UNAM, 2020).

 

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José Yves Limantour, el mago de las finanzas del régimen porfirista