José Yves Limantour, de favorito a traidor

Iliana Quintanar Zárate

En el rechazo de Limantour a la candidatura presidencial influyó el no tener el favor del ejército, donde no era bien visto debido a que había promovido la disminución de sueldos de miembros de las fuerzas armadas.

 

La gestión administrativa de Limantour lo destacó como uno de los funcionarios públicos clave del régimen porfiriano, pero su participación política, menos conocida, también le hizo sobresalir en los últimos años de su cargo. Aunque el secretario constantemente se negaba a participar de la vida política de la nación con el argumento de que resultaba muy peligrosa la unión entre el poder político y el poder económico, resaltan varios eventos de su incursión en ese ámbito, tales como la sucesión del poder a través de la vicepresidencia y su papel como negociador con la facción maderista con el fin de restablecer el orden público.

Según los Apuntes del secretario, en 1898 Porfirio Díaz le ofreció la candidatura a la presidencia para sucederlo en el poder, que declinó por dos razones. La primera era que no se consideraba con las capacidades suficientes para negociar con todos los actores políticos del país de la misma manera en que Díaz lo había hecho durante varias décadas, y la segunda, que no tenía el favor del ejército debido a ciertas medidas económicas que había tomado, en particular la disminución de los sueldos de algunos miembros de las fuerzas armadas. Cuando Díaz le ofreció a Limantour la candidatura, aquel planeaba armar una combinación junto con Bernardo Reyes, gobernador de Nuevo León, a quien designó como secretario de Guerra.

Las noticias de la designación corrieron como pólvora entre otros funcionarios, quienes no la vieron con buenos ojos, por lo que comenzaron una campaña de desprestigio en contra del secretario. Las acusaciones giraron en torno de su supuesta extranjería. Dado que Limantour era hijo de francés nacido en Ciudad de México conservó la doble nacionalidad hasta obtener la mayoría de edad y decidió optar por la mexicana. Este hecho fue obviado por sus detractores, quienes consideraban que al ser hijo de extranjeros estaba inhabilitado constitucionalmente para ocupar la presidencia y no velaría por los intereses nacionales. La acusación le siguió por el resto de su vida pública en México e incluso en el exilio, de tal forma que en varias ocasiones el Diario Oficial tuvo que publicar pruebas de su ciudadanía mexicana. Los artífices de la campaña fueron el hijo del secretario de Guerra Bernardo Reyes y el secretario de Justicia Joaquín Baranda; lo que ocasionó la renuncia de ambos.

La tirantez política no terminó ahí. En 1903 el grupo de los Científicos en su intento por consolidar un partido gobiernista capaz de asegurar la transmisión pacífica del poder, propugnó el restablecimiento de la figura de la vicepresidencia en 1904 y la extensión del periodo presidencial de cuatro a seis años. De nueva cuenta, Díaz consideró a Limantour como candidato para la vicepresidencia; sin embargo, nuevamente rechazó el ofrecimiento, a cambio recomendó a Ramón Corral y Olegario Molina.

Ramón Corral exgobernador de Sonora y exsecretario de Gobernación resultó electo como vicepresidente de Díaz para el periodo 1904-1910, lo que se había considerado como un triunfo de los Científicos, quienes, si en un primer momento apoyaron y legitimaron el gobierno de Díaz, lo cierto es que hacia los últimos años de su mandato éste tenía mucho recelo en contra de sus miembros, por lo que siempre mantuvo a Corral al margen. Limantour refiere que incluso el caudillo le tenía tal desconfianza que no le confería decisiones de importancia como la designación de candidatos para las diputaciones o gubernaturas. Díaz no era el único desconfiado, entre las camarillas políticas existía mucha oposición a que los Científicos consiguieran el poder vía la vicepresidencia.

La oposición contra el régimen salió a la escena pública con la conocida entrevista Díaz-Creelman en la que el caudillo dijo que México estaba listo para ejercer sus derechos. Esta entrevista fue considerada por Limantour como un acto imprudente que, sin lugar a dudas, fue la chispa que prendió la Revolución, no solo porque el presidente conocía la falta de instrucción política del pueblo mexicano en general, sino también porque al parecer pretendía convertirse en el árbitro de la vida nacional al promover la creación de partidos políticos entre los cuales elegiría a su posible sucesor.

 

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Iliana Quintanar Zárate. Doctora en Historia por El Colegio de México y profesora titular de la División de Historia del CIDE. Su campo de estudio es la política económica y la banca durante el Porfiriato, así como las redes de crédito y negocios de la Nueva España y La Habana en el siglo XVIII. También se interesa por la historia digital y sus aplicaciones en el análisis económico y la docencia. Ha colaborado en revistas académicas y libros colectivos; su publicación más reciente es “El Estado porfiriano y la centralización administrativa (1892-1911)”, en María Eugenia Romero Sotelo (coord.), Una historia de la idea de nacionalismo en México: actores e instituciones (Facultad de Economía-UNAM, 2020).

 

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José Yves Limantour, el mago de las finanzas del régimen porfirista