La llamada fiebre del oro de mediados del siglo XIX se esfumó pronto en California. Entonces, muchos se sumaron a expediciones armadas a México para hacerse de su territorio y recursos, entre otras razones.
El término filibusteros se popularizó en América a partir del siglo XVI para designar a los piratas o corsarios, marinos reconocidos que se apoderaban por la fuerza de las riquezas que transportaban los galeones españoles por el Atlántico y el Pacífico, a Cádiz o Filipinas. Era la época del florecimiento del mercantilismo y de la competencia entre España, Francia, Inglaterra y Holanda por las colonias y las “tierras de nadie” en todo el mundo. Los filibusteros eran saqueadores, aunque a veces amparados secretamente por las potencias enemigas de España.
En el siglo XIX, el filibusterismo adquirió otra dimensión, pues ya habían transcurrido tres centurias y, tras las revoluciones de independencia en América, se abrieron los procesos de afirmación de los Estados nacionales, con la definición de fronteras, un mercado interno y políticas de poblamiento y desarrollo. En ese ambiente aparecieron personajes que intentaron fundar sus propias repúblicas en los territorios con poca población, como en el noroeste de México, para explotarlos en beneficio personal, siguiendo la huella de Texas.
Gerardo Díaz, Ricardo Cruz, Antonio Campuzano y Tomás F. Arias. “Filibusteros modernos en el noroeste de México”, Relatos e Historias en México, núm. 142. Pp. 46-67.
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