Espías nazis en México: escritora de ojos añil

Ricardo Lugo Viñas

Cantinflas conoció a Hilda mientras ella filmaba su primera película en México: Casa de mujeres (1942), a lado de Agustín Insunza, Anita Blanch, Manolo Fábregas y bajo la dirección de Gabriel Soria, amigo de Cantinflas.

 

Una pareja insolentemente feliz, del brazo y por la calle. Ella: espigada, curveada, no muy alta, rubia y alabastrina, de risos extravagantes y ojos añil; atractiva. Él: la tez morena, amplio de orejas, el bigote negro y codiciosamente bien cortado, el cabello breve y ondulado, traje bien planchado, con garbo de torero. Ambos tienen aire de artistas. Caminan con denuedo por la antigua calle de la Cadena, hoy Venustiano Carranza. Se dirigen al edificio del viejo Templo de San Agustín, sede de la Biblioteca Nacional. La pareja, que levanta miradas a su paso, la conforman Katharine Matilda Krüger Grossmann y Mario Fortino Moreno Reyes, mejor conocidos entre sus admiradores como Hilda Krüger y Cantinflas.

Tras bambalinas, en la farándula, se rumora que mantienen un affaire. Ellos han declarado que se trata de una cercana amistad. Sea como sea, una vez al mes Cantinflas la acompaña hasta la Biblioteca Nacional pues Hilda está realizando una pesquisa sobre dos personajes mexicanos femeninos cuyas vidas le seducen: Malintzin y Sor Juana Inés de la Cruz.

A la postre, escribirá durante su estancia en México las biografías de ambos personajes, y a ellas sumará una investigación más: la biografía de la irlandesa y primera dama de Paraguay, Elisa Lynch. Cantinflas conoció a Hilda mientras ella filmaba su primera película en México: Casa de mujeres (1942), a lado de Agustín Insunza, Anita Blanch, Manolo Fábregas y bajo la dirección de Gabriel Soria, amigo de Cantinflas. El Charles Chaplin de México quedó prendado de aquella sílfide alemana que acababa de cumplir 29 años y que ya sostenía sobre sus hombros una considerable trayectoria en el cine –aunque en películas poco reconocidas–, tanto en Alemania como en EUA. Desde luego Cantinflas no fue el único, una pléyade de hombres y mujeres quedó embelesado por aquella figura vestal. Incluso, por aquellos años muchos la fetichizaron: una rubia de ojos claros en México. ¡Ahí está el detalle!, como diría el propio Cantinflas.

 

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Los espías nazis en México