La clásica tiendita de la esquina, con una barda que se posterga en la Calle 87 de Mérida, pasa desapercibida. Solo algunos transeúntes echan un vistazo para saludar a su morador perpetuo, un pequeño busto de apariencia improvisada que se encuentra junto a un portón.
No es el rostro de un antiguo vecino o la figura de un político empecinado en dejar un legado. Es una figura cercana, la de aquel que fue charro, boxeador, patrullero, rico y pobre. El que pasó de ídolo a leyenda el día en que su avión se estrelló en este lugar.
La madrugada del 15 de abril de 1957, Pedro Infante se dispuso a pilotar de Mérida hacia Ciudad de México. Capitán de aviación experimentado, era sobreviviente de dos percances aéreos; el último muy riesgoso. Sin embargo, su pasión era más fuerte que su miedo. Se sabía que su C-87 Liberator Express, usado en la Segunda Guerra Mundial y adaptado para uso comercial, era una bestia difícil de domar.
Al poco tiempo de despegar, el querido Pedrito pierde el control. A pocos kilómetros de la pista ya se observa humo en el lugar del percance. Se dice que el avión es el culpable; también que el piloto maniobró mal. Lo cierto es que poco importa. Las primeras planas informan que Pedro Infante ha muerto.
Al conocerse quién era el piloto, la multitud se aglomera; llora. Las golondrinas suenan en el aeropuerto. En Mérida se dispondrá un espacio para recordar al ídolo muy cerca del percance, pero no en el lugar indicado. Ese se encuentra aquí, guardado en el corazón de sus habitantes.
Si desea leer el artículo completo, adquiera nuestra edición #154 impresa o digital:
Recomendaciones del editor:
Si desea conocer más efemérides de sucesos importantes en la Historia de México, dé clic en nuestra sección “En la Memoria”.
El sitio donde cayó Pedro Infante