El escritor español Blasco Ibáñez contra los revolucionarios

Javier Villarreal Lozano

Ibáñez plasmó en varios textos su postura referente a la Revolución mexicana y los personajes que figuraron en ella. Por ejemplo, fue crítico con el sonorense que llegó al poder por medio de un golpe contra Carranza.

 

A excepción de Carranza, a quien consideraba un hombre honesto; de Obregón, que lo impresionó por su simpatía y llaneza, y del fracasado candidato oficial a la presidencia Ignacio Bonillas –“es un buen hombre”, dice de él–, el autor de Cañas y barro no deja títere con cabeza. Califica de “pedantuelo” a Manuel Aguirre Berlanga, secretario de Gobernación en el gabinete carrancista, describiéndolo como “un joven que habla escuchándose y puede disertar horas y horas de cualquier cuestión, barbarizando con igual competencia sobre todas ellas”. Además, lo acusa de germanófilo en la Primera Guerra Mundial, lo cual seguramente avivó la aversión de los estadounidenses hacia ese funcionario.

Tampoco a Luis Cabrera, ideólogo del carrancismo, le va bien: “Cabrera tiene talento literario. Hubiera sido un buen profesor de crítica, pero la Revolución mexicana, por su falta de lógica y escasez de hombres, hizo de él un ministro de Hacienda”. Encarcelado en España en más de una ocasión por sus ideas antimonárquicas, a Blasco Ibáñez le sulfuraba la falta de honestidad de los revolucionarios mexicanos, afirmando con un dejo de vanidad: “Yo también he sido revolucionario en mi país, y pobre”.

El militarismo mexicano es una galería –siempre en opinión de su autor– de sujetos impresentables. Acusa de ladrón de ganado a Pablo González, culpándolo de la caída de Carranza, e ironiza: “Es el general que ha mandado mayores fuerzas en la revolución y ha tenido el honor de no ganar jamás el pequeño combate”. Esta afición por apropiarse de ganado ajeno, asegura, la compartía don Jesús Carranza, asesinado por Alfonso Santibáñez después de fracasar en su intento de chantajear a su hermano Venustiano.

A propósito de la muerte de Jesús, recoge un cuento que circuló entonces en México, según el cual, al llegar al infierno este, aquello estaba atestado de criminales de la Primera Guerra Mundial, pero el Diablo quiso conocer al revolucionario recién llegado de México. Lo llamó repetidas veces sin obtener respuesta. Entonces, Satanás ordenó a un diablito que recorriera los grupos, como “bell boy de hotel neoyorquino cuando tiene que dar un mensaje: ¡Mister Carranza!... ¡Mister Carranza!”. Tampoco así se dio a conocer Jesús Carranza. Entonces, Satanás ordenó a uno de sus ayudantes convertirse en vaca:

“De inmediato sonó un mugido, y una vaca hermosa, de color de fuego, empezó a correr entre los grupos.

Pero alguien corrió más que ella. Por encima de los condenados saltó un hombre con la violencia de un proyectil y se agarró jadeante de codicia del rabo del animal: luego a los cuernos.

—No te escaparás —rugía—, no te escaparás. Es inútil, Mía eres.

Así descubrió el Demonio a don Jesús Carranza.”

 

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Javier Villarreal Lozano. Historiador y catedrático de la Universidad Autónoma de Coahuila. Recibió el Premio Nacional de Historia por su biografía de Venustiano Carranza. El INEHRM le otorgó el Premio José C. Valadés 2018 a la Trayectoria en el Rescate de Memorias y Testimonios. Autor de Melchor Múzquiz, el insurgente olvidado; Los ojos ajenos: viajeros en Saltillo (1603-1910); Óscar Flores Tapia, y Cartas de Querétaro. Saltillenses en la caída del Segundo Imperio, entre otras obras. Es director del Centro Cultural Vito Alessio Robles, en Saltillo, Coahuila.

 

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