El vicepresidente Anastasio Bustamante desconoció a Guerrero al unirse a los pronunciados bajo el Plan de Jalapa, en diciembre de 1829.
Desde junio de 1829 había rumores de que el general Santa Anna, sin aguardar órdenes del gobierno, había comenzado a mover varios cuerpos de tropas, situándolos en varios puntos con el objetivo de que se declarara nula la elección del presidente y que Anastasio Bustamante tomara el cargo para que se procediera a realizar una nueva elección que recayera en Nicolás Bravo. Aunque también se decía que era probable que se diera un triunvirato formado por Santa Anna, Bravo y Bustamante. Estos rumores pronto se hicieron realidad con el levantamiento de las tropas acantonadas en Jalapa.
A un año del saqueo del Parián, el 4 de diciembre se lanzó un plan para proteger la Constitución y las leyes, pues debido a que la República se hallaba “cercana a un transtorno general, amenaza envolver en su ruina a los hombres y las cosas, la libertad y la independencia, la moral pública y sus leyes patrias”. También se pedía “que el poder Ejecutivo dimita [a] las facultades extraordinarias de que está investido”.
El pronunciamiento de Jalapa iba acompañado con una retahíla de quejas contra el gobierno, que iban desde el mal uso de recursos hasta ser los responsables del asalto al Parián, en donde “fue sellada la destrucción de la Constitución y la ruina de la patria”.
En varias ciudades y pueblos hubo adhesiones al alzamiento. No se necesitó mucho para que el vicepresidente diera el “chaquetazo”. En la época se usaba el eufemismo de la defección, como si fuera un acto de patriotismo y fidelidad en el que se cambia debido a las circunstancias y a la “voluntad nacional”. Por otra parte, Santa Anna en un inicio decidió oponerse a los que intentaban “temerariamente” derrocar al gobierno: “Sobre mi cadáver”, expresó dramáticamente, sosteniendo como legítima y constitucional la presidencia de Guerrero. Sin embargo, pronto cambió de opinión.
Asimismo, se hizo creer a la tropa que Guerrero veía con “desdén y mala voluntad” al ejército regular y que lo desatendía, mientras que a la tropa en Jalapa se le había dado “paga doble” para asegurar su adhesión. Por su parte, el periódico La Voz de la Patria criticó el pronunciamiento y lo tildó de ilegítimo y de ser “una sublevación criminal que se ha hecho contra el gobierno y las leyes, sus autores deben expiar tamaño crimen en un patíbulo como patricidas”.
A pesar de que Guerrero dimitió a las facultades extraordinarias el 11 de diciembre, días después volvió a hacer uso de ellas: dispuso que José María Bocanegra jurase ante la Cámara de Diputados como presidente interino y se puso al mando del ejército para ir a combatir al levantado vicepresidente, aun cuando “el presidente no podía mandar en persona las fuerzas demar y tierra sin previo consentimiento del Congreso general”. El Senado tampoco le había dado autorización. La cuestión se ventiló con ardor en el Congreso y Carlos María de Bustamante opinó que no debía salir porque, faltando él y llevándose la tropa, México quedaba expuesto a los saqueos y violencia como había ocurrido.
Mientras tanto, los partidarios del presidente seguían repartiendo dinero y chinguirito entre los léperos y vagos de los barrios para que proclamaran en la Ciudadela mueras al Plan de Jalapa. La efervescencia social para producir disturbios abonaría a lo que el diputado Bustamanteseñaló así: “Vea usted la división. Vea usted la guerra civil cómo ya asoma”.
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Javier Torres Medina. Doctor en Historia por El Colegio de México. Es profesor del Tecnológico de Monterrey, campus Estado de México, y de la FES Acatlán de la UNAM. Sus investigaciones se han enfocado en la historia económica y política de México. Entre otras obras, ha publicado Centralismo y reorganización. La hacienda pública y la administración durante la primera república central de México, 1835-1842 (Instituto Mora, 2013).
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