De España llega la pasión religiosa

Esther Sanginés

En los coloquios obligados entre los doce franciscanos y los sacerdotes aztecas, una pregunta afloró como la sangre a la herida “¿Cómo es el lugar de nuestros señores, /De dónde vinisteis? /De entre nubes, de entre tinieblas, /habéis salido…”

 

Frailes mercedarios, franciscanos, dominicos y agustinos, lucharon abiertamente en contra de las antiguas religiones indígenas destruyendo los templos y objetos de culto; despojando a los indios de sus tierras fértiles, separando a los padres de los hijos, imponiendo una cultura de miedo y simulación. La verdad absoluta de los misioneros, el desprecio de lo otro que se había arraigado en quince siglos de cultura cristiana se ensañaron con los mesoamericanos disidentes. Los bautizos masivos, la doctrina del amor, las prédicas de la religión cristiana, de la pasión de Jesús, se encontraron con el obstáculo de las contradicciones entre la doctrina y las prácticas de gran crueldad.

La cristiandad continuó en América la lucha que se había iniciado en Europa contra las herejías, los infieles y los idólatras. Para algunos frailes europeos, principalmente para los franciscanos seguidores de Joaquín de Fiore, la lucha contra las prácticas religiosas y rituales en el Nuevo Mundo constituía la fase posterior de la erradicación del mal en la tierra, de la acción del demonio sobre los hombres, por eso había que quitarles toda memoria, hacerlos trabajar de sol a sol, no permitirles un minuto de ocio para que no cayeran en tentaciones, golpearlos cuando se apartaran de las prédicas ascéticas, separar a los hijos de los padres, redistribuirlos, romper el paisaje.

Los indios divididos entre las enseñanzas de algunos ancianos que los llevaban a sangrarse a las cuevas y las palabras de los frailes que les hablaban de Cristo, de los santos y las vírgenes, contribuían con su trabajo forzado a construir los templos católicos, participaban en las procesiones y buscaban consuelo en las imágenes que salían de sus manos, mezclando a sus viejos dioses con la nueva religión y se entregaban a ella gimiendo, llorando y danzando.

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “De España llega la pasión religiosa” de la autora Esther Sanginés y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 18.

 

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